domingo, 12 de diciembre de 2010

Otra vez sopa


El viernes a la mañana estaba yendo para el banco y me caí en la calle. Otra vez. La última caída así de grave fue hace unos cinco años, más o menos. Y las dos terminaron igual: sala de emergencias, costura, mentón hinchado, puntos, dientes flojos...

Preferí no ilustrar este post con una foto mía porque hasta a mí me asusta verme en el espejo. Pero me dicen que tengo que buscarle el lado bueno: no me rompí la clavícula ni ningún otro hueso o diente. Sólo un "cortecito". Pero claro, mis "cortecitos" son siempre tan profundos que no alcanza con una cintita o con la "gotita". ¡No! Siempre terminan con hilos. Los de la vez anterior eran verdes fosforescentes. Estos son negros.

Ahora, a fuerza de hielo, la hinchazón bajó. Pero hasta ayer, además de los hilos y el color morado, tenía un parecido sorprendente al perfil de Ricky Fort. Por el mentón, se entiende.

¿Explicaciones? Muchas: que ando distraída cual Marley, que uso ojotas, que voy apurada, que no miro por donde camino, que soy muuuy alta y longilínea, por lo cual mi centro de gravedad está muy alto. Yo agrego otra: que soy una boluda. ¿Cómo puede ser que el común de los mortales tropiecen y sigan caminando y yo, para ir contra la corriente, cada vez que tropiezo termino acostada boca abajo en un charco de sangre? Ah, y ya que hablo de sangre, viene a mi mente una observación curiosa: en las dos ocasiones que detallo llevaba una remera blanca. Puaj...

Pero bueno, si de buscarle ventajas a la situación se trata, digamos que gracias al dientito que quedó flojo, por ahora como poco y nada. Y venía un poco excedida con los chocolates del invierno, así que esto me va a ayudar a preparar mi cuerpo para la playa.

Eso sí, en estos días ni me busquen: estoy escondida debajo de la cama.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Lo que vale es la intención




En la madrugada del sábado pasado, mi hijo menor volvió a casa con unos amigos y un diminuto invitado: un pichoncito de torcaza que había caído del nido antes de tiempo y no sabía volar.

Lo llevaron a un veterinario y compraron todo lo que necesitaba: talquito antiparasitario, alimento desmenuzado y una jeringuita para alimentarlo. Mucho más indefenso que un bebé humano, un bebé torcaza ni siquiera abre el pico para alimentarse. Hay que abrírselo a la fuerza y meterle la jeringa con el alimento bien profundo, cada cuatro horas, como haría su mamá con la comida en su pico. En quince días, probablemente estaría preparado para volar por sí solo.

Ayer andaba muy tirado. Volvieron al veterinario y le recetó Nestum 5 cereales, porque quizás estaba débil. Les explicó que siendo tan chiquito, no se podía saber si tenía alguna enfermedad.

Hoy a la mañana no quiso comer. Y al ratito, murió. No llegó a estar una semana con nosotros, pero nos dio tristeza.

Nos quedan las fotos y dos certezas: el haber hecho lo posible para ayudarlo y la confirmación de que nada reemplaza a una mamá.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Todos contra mí


Hoy empecé el día chinchuda. Igual que lo había terminado ayer. Es que el trastornado de mi hijo menor decidió ir al colegio en bicicleta. Y no son tres cuadras, tres tranquilas cuadras. Tiene que hacer un recorrido desde Recoleta hasta Belgrano. Y para colmo de males, yo soy una idishe mame.

La cosa no termina ahí. Mientras desayunaba, leía una revista Viva del Clarín de hace un par de domingos. Elegí sólo una nota: la de Leonardo Sbaraglia. Y elegí sólo una pregunta: "A la hora de elegir, ¿cine comercial o una película de autor?" ¿Es posible que su respuesta haya sido ésta?: "Hace un mes, Leo estrenó su última película, Sin retorno, una historia que comienza en un incidente de tránsito donde muere un chico que iba en bicicleta."

¿Es comprensible que en una nota de tres carillas, mis ojos hayan decidido posarse únicamente sobre esa parte, en la mitad del reportaje?

¿Por qué el mundo se confabula en mi contra?

sábado, 13 de noviembre de 2010

Es más fuerte que yo


Amo llegar a casa y encontrar, aunque más no sea, el comedor y el living ordenaditos. Pero cada vez me cuesta más trabajo. Sucede que de un tiempo a esta parte, nuestra casa se está llenando de cosas que ya no nos sirven pero... que me dan lástima tirar.

No, el piano de la ilustración no es mío. Pero si lo fuera, sospecho que estaría ahí, en algún rinconcito de algún ambiente, esperando que alguien -que no sea yo- lo tire.

Lo que sí hay es un equipo de música de cuando era adolescente, amarrado con una cinta de embalar porque está todo destartalado, debido a que hace unos veinte años, cuando mi hija mayor aprendía a caminar, lo agarró del cable y lo tiró al piso. Nos dijeron que arreglarlo costaría más que comprar uno nuevo. Por supuesto, no lo arreglamos y compramos uno nuevo. Pero... ¿tirarlo? Me da nosequé...

También en una bolsa hay un equipo de dvd que corrió la misma suerte. No vale la pena pagar por arreglarlo. Pero me da una cosa tirarlo...

En otra bolsa hay unos doce cartuchos de tonner, vacíos, de tamaño considerable. Esos sí que eran de utilidad. Los vendía y me daban $10 por cada uno. A partir de determinado momento, empezaron a darme $5 por cada uno. El día que me quisieron dar $2, dejé de ir. Me explicaron que ya habían juntado demasiados y que no les interesaba tanto recibirlos. Pero seguí juntando cartuchos. Es que me da una lástima tirarlos...

Además hay bandejas rotas, que fueron reemplazadas al momento de romperse, pero que por lástima, fueron a parar al último estante del aparador de la cocina junto con tacitas que perdieron a su platito o viceversa, otras que perdieron el asa y algunas azucareras que se quedaron sin tapa. Todo guardadito... no sé para qué. La explicación es "algún día puede servir para algo". Pero ese día nunca llega.

Me da miedo pensar que un buen día todas estas cosas adquieran vida y terminen echándonos de casa, sin sentir ningún remordimiento. Espero decidirme a tirar todo antes de que eso suceda.

jueves, 11 de noviembre de 2010

¿Qué será de él?


Hoy, cuando bajé a la estación Pueyrredón del subte D para viajar rumbo a la oficina, vi a un señor mayor que tenía un equipo de música sobre sus piernas y un vasito en su mano, pidiendo monedas. Lo único que hacía era elegir la música que salía del aparato, sin demasiados méritos. Y me hizo acordar a otro señor mayor, que conocimos con mi primogénita Flor, allá lejos y hace tiempo, en una estación del subte B.

Él sí tenía méritos propios. Cantaba tangos y se acompañaba con un bandoneón. Lo conocimos cuando Flor estaba en 7º grado y dos veces por semana la acompañaba a un curso para preparar su ingreso al Pellegrini. El profesor que daba el curso se llamaba Giménez y nos daba gracia que "el señor del bandonéon" fuese tan parecido a él.

De tanto verlo cantar, cada vez que pasábamos empezamos a dejarle una moneda (en aquel entonces no escaseaban tanto) no tanto porque nos gustara cómo cantaba, sino más bien porque se había transformado en una especie de cábala. Pensábamos que dejarle una moneda al "clon de Giménez", le iría augurando éxito en los distintos exámenes que rendía.

Menos mal que se mantuvo ahí, siempre firme, hasta que dejamos de ir. Y sí, a Flor le fue bien. Seguramente porque se mató estudiando y no por las dos moneditas semanales. Pero a veces ese tipo de cábalas nos dan cierta seguridad, útil, frente a determinadas situaciones.

¿Seguirá ahí?

miércoles, 13 de octubre de 2010

Dulce amargo


Hace algunos fines de semana, con mi media naranja nos dimos el gusto de irnos a Mar del Plata (ayudados con los puntos que sumé en el supermercado Disco, que nos obsequió con la estadía en el Sheraton).

En el viaje de ida, cual acto religioso, nos detuvimos a desayunar en Atalaya. Pedimos un desayuno completo para cada uno (que comprende un café con leche, tres medialunas, manteca y dulce de leche). Grande fue nuestra sorpresa cuando nos encontramos con que para los dos, el desayuno constaba de un solo dulce de leche (en el envase de plastiquito rectangular cubierto con una tapita metálica, como los que usan para las mermeladas). Obviamente pedimos otro más. Cuando llegó la cuenta, al precio de los dos desayunos habían agregado "porción de dulce de leche, $6".

¡Seis pesos por una mini porción de dulce de leche que sólo alcanza a cubrir una o dos medialunas!

Nos fuimos con la idea de que el mozo que nos atendió nos había... tomado el pelo (por ser fina). Al regresar, el acto religioso fue la merienda. Y nos volvió a pasar lo mismo.

No es que yo sea una tipa que vive quejándose por todo -aunque eso parezca leyendo mi blog- pero... ¿no es una tomada de pelo servir un mini recipiente para dos personas, de manera que se vean obligadas a pedir uno más y cobrar semejante locura por otro mini recipiente?

Y otra duda, ¿qué le sirven a una persona que va sola? ¿Una cucharadita para que la chupe?

sábado, 2 de octubre de 2010

Y sigue la truchada


Y como bien dicen que "el que avisa no es traidor", quise comunicarlo al menos por este medio, para prevenir a quienes les interese o estén buscando una escuela de manejo.

Retomo desde donde dejé en el post anterior: Habiendo terminado el curso (por el cual abonamos los $590 avisados con anterioridad más los $162 por la clase extra, ya que no alcanzó una clase para aprender marcha atrás y estacionamiento), me dí cuenta de que finalmente había pagado lo que el ACA nos pidió por el curso sin ser socios. No aceptamos porque nos pareció caro. Al concurrir a la clase teórica, Matu se enteró de que por las cuatro hojas fotocopiadas con el texto tenía que abonar $8 (¡$2 pesos la página fotocopiada, que usualmente sale $0.20 y ni que hablar de hacerlo en cantidad!).

Pero el tema no terminó ahí. Habíamos acordado que él rendiría el examen con un auto de la escuela, ya que estaba acostumbrado al mismo porque era igual al que usó para aprender. Ahora, al finalizar el curso, nos enteramos de que sólo puede rendir un jueves por la mañana, que es el día en que alquilan sus autos (obviamente no gratis, sino con previo pago de $160) y dentro de los próximos 15 días. Caso contrario, se vería obligado a tomar otra clase para refrescar conocimientos (y abonar otros $162, lógicamente).

¡TRUCHOS ESTAFADORES!

viernes, 24 de septiembre de 2010

Estamos rodeados...


... de truchos.

Desde hace algunas semanas, mi hijo menor está tomando clases de manejo en una histórica academia con nombre de varón. La elegimos entre tantas otras porque nos inspiró confianza y el precio era razonable, comparándolo incluso con otras escuelas no tan conocidas.

La amable señora que me atendió telefónicamente me contó las bondades del curso y me explicó que por ese precio tendría seis clases prácticas y seis teóricas y que al mismo precio ofrecen alguna clase extra si ven que el alumno no está 10 puntos para rendir. Me llamó la atención que al mismo precio nos brindaran el beneficio de más clases prácticas, por eso se lo volví a preguntar y me lo volvió a aclarar.

Hoy era la última clase práctica. Cosa extraña, dejaron para lo último (y para aprender en una sola clase) el tema "estacionamiento y marcha atrás". Obviamente una clase no fue suficiente. Por eso, Matu vino con la novedad de que tendría una nueva última clase la semana próxima... ¡paga! Cuando llamé para reclamar me informaron que "al hablarme de la repetición de una clase no se refería a una clase extra sino a volver a repetirle al alumno los conocimientos prácticos impartidos dentro del auto en una clase, pero en la oficina, al regresar de tomar la clase de manejo". Moraleja: el curso termina saliendo más caro que en cualquier otro lado.

Mientras hoy caminaba con mi amiga Norma y le comentaba esto con la furia del momento, me recordó que a ella le había pasado algo similar, en otro ámbito. El año que viene su benjamina cumple los 15 y ya estuvieron visitando salones para decidir dónde festejarlo. Cuando ya tenían todo resuelto, el salón elegido, la homenajeada entusiasmada y los número hechos, fueron a dejar la seña, y en ese momento les informaron que el presupuesto no incluía cosas importantes como la recepcionista y la organizadora del evento. Eso era un extra que tenían que abonar. De ahí les surgió la duda "¿habrá que pagar también aparte el guardarropas, los mozos, el uso del aire acondicionado, de los baños..."

Norma, la próxima vez que llamemos a algún lugar para consultar por un presupuesto, tenemos que controlar antes nuestro peinado y maquillaje, porque a nosotras aún por teléfono... nos ven la cara...

Más sorda que una vaca


La frase del título tiene su razón de ser. Simpática. No así este post. Pero tomémoslo por el lado del humor.

Hace años, un amigo me contaba que siendo chico viajaba en auto con su familia y como le había comentado algo a su hermana y ella no lo escuchó, él le dijo "Sos más sorda que una tapia" a lo que ella respondió "Si las vacas no oyen..."

Dejando la broma de lado, este post viene por el lado de la inseguridad. En el día de la primavera, le robaron el celular a mi hijo, mientras estaba en una plaza pasándola bien con unos amigos. Los delincuentes los obligaron a sentarse para que parecieran todos conocidos y se alzaron con un buen botín. Hasta ahí la crónica policial.

Y ahora, lo ¿gracioso? de la anécdota. Mi marido tiene un primo que enseña tenis viajando por el mundo. Hace unos días llamó a su madre y le comentó -preocupado- que se había enterado del robo y de lo violento que había sido: los tiraron boca abajo sobre el césped de una plaza y los amenazaron con armas y cuchillos a plena luz del día y en medio del resto de la gente que pasaba el día ahí.

¿Cómo puede una noticia distosionarse tanto en un viaje desde Argentina hasta México? ¿Problemas de audición? ¿El viejo teléfono descompuesto? La técnica del rumor? ¿Ruidos en la línea?

En fin, una curiosidad simpática para comentar el no tan simpático episodio.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Yo propongo


De vez en cuando me gusta hacer tortas. Y más especialmente, cuando alguien de la familia cumple años.

Mi especialidad es la torta mouse de chocolate que me enseñó a hacer mi mamá. Ella dice que me sale más rica que a ella. Y por eso, desde hace un tiempo, soy la encargada de hacerla para las reuniones familiares.

La torta (para quien así lo desee, algún día puedo publicar la receta) lleva sólo dos cucharadas de harina leudante. El tiempo pasa, los cumpleaños no son tan seguidos (o no somos tantos de familia) y la harina leudante, que no tiene mucho tiempo desde que se la compra hasta que vence, termina en la basura antes de que el paquete se vacíe.

Y bien, ahora que, para que a la vista del consumidor las cosas no resulten tan caras, los productos en general (jabones, galletitas, papeles higiénicos, etc.) achican sus paquetes para no aumentar sus precios, yo propongo que la harina leudante venga con la opción de paquete chico, cosa que sirva para usar sólo una o dos veces.

No es mala idea, ¿no Sr. Molinos Río de la Plata?

viernes, 27 de agosto de 2010

Llegando a la cima


Cuando era chica tenía un cuaderno donde pegaba las tiras de chistes de los diarios y revistas que más me gustaban. Ya no tengo ese cuaderno, pero lo sigo haciendo en otro.

Recuerdo uno de aquellos tiempo. Era un personaje que me parece que salía en el diario La Razón. Se llamaba “Adán hora cero” y trataba, precisamente, de las peripecias del primer hombre en su nuevo habitat. En esta tira que hoy vino a mi mente, estaba Adán parado al pie de una alta montaña, empezando a subirla y el texto decía “Con los ojos cerrados, podría adivinar que hoy es lunes”.

Y bueno, yo con los ojos cerrados, podría adivinar que ya llega septiembre. El cuerpo me lo dice. También el sueño. Lo que me cuesta levantarme y empezar los días y también la forma en que llego a la noche (calamitosa…).

Encontré esta pintura y me sentí reflejada. No debo ser la única, ¿no?

domingo, 15 de agosto de 2010

Era mentira


Dentro de todos los consejos, advertencias y recomendaciones que suelo recibir por mail, hay una que me venía picando desde hace tiempo. Se trata de aquel mail donde cuentan que si somos víctimas de un robo en un cajero Banelco, tenemos la posibilidad de escribir la clave al revés y, de esa manera, en pocos minutos llegaría la policía para evitar el robo.

Lo primero que se me ocurrió pensar fue "¿Y qué pasaría si mi clave fuese capicúa? ¿Y si los cuatro números fuesen iguales?"

Hoy, charlando con un cajero del banco, se lo pregunté. Me explicó que lo único que lograría al escribir la clave al revés, sería que el cajero automático me retendría la tarjeta después de algunos intentos.

Ufff... no me gusta que me mientan...

jueves, 12 de agosto de 2010

La salud de nuestro planeta


El viernes pasado, mientras hacíamos nuestra caminata aeróbica semanal con mis amigas Vivi y Norma, pudimos participar de un momento que nos llenó de asombro.

En la plaza que viernes tras viernes nos permite mantenernos en forma, hay tres enormes tachos de basura, de distintos colores, con las leyendas que indican la división de residuos (aquí, plásticos, allá comestibles, y en el otro, vidrios).

Grande fue nuestro asombro cuando llegó un enorme camión para recolectar los contenidos de estos tachos, los levantó uno por uno y abriéndoles la base, volcó los contenidos en su parte trasera... ¡mezclándolos!

No hay dudas de que hay gente que se preocupa por el planeta y otra a la que le da lo mismo.

Esto me recuerda un acontecimiento que vivimos acá cerca, en nuestro propio edificio. Mi hijo menor, movido por el entusiasmo de haber leído que hay una posibilidad de evitar la contaminación que provocan las pilas en el planeta, se abocó a la tarea de participar en el proyecto: se trata de juntar pilas (en el barrio, la escuela, el edificio, etc.) dentro de botellas plásticas y, al llenarlas, llevarlas a un lugar donde se encargan de ellas sin perjudicar al planeta. Le avisó a sus conocidos que en casa habría una botella a tales efectos y colocó otra en la mesita del hall de entrada del edificio para que los vecinos aprovecharan la oportunidad.

Durante el tiempo que estuvo, muchos lo hicieron. Lástima que la vecina que vive justo debajo nuestro (que en alguna oportunidad me llamó para quejarse del ruido que hacían mis cucharitas durante el desayuno) consideró que "quedaba feo" y la tuvimos que sacar... Lo lastimoso es que hasta hace poco tiempo, esta buena (?¿) señora fue vicedirectora de una importante escuela de la ciudad. ¿Habrá sido esto lo que les inculcó a sus alumnos?

Dicho sea de paso, ahora las dos botellas están en casa. Se aceptan donaciones.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Puré de teta


Pocas cosas tan incómodas como hacerse una mamografía. Y digo "pocas" porque hoy encontré una: que la técnica, doctora o como se llame la persona que te va indicando en qué posiciones ubicarte, lo haga con las manos frías.

¿Qué tal estipular, en esos lugares donde te reciben con bomboncitos y mitigan la espera con café y amaretis (¡odio los amaretis!), que toda persona que por su profesión se vea obligada a posar sus manos sobre nuestros cuerpos desnudos, lo haga con afelpados guantecitos descartables?

Y sí, hoy me tocó...

domingo, 1 de agosto de 2010

Sala de guardia


Ayer a la madrugada tuvimos que ir con mi primogénita Flor a la clínica que atiende las urgencias de nuestra prepaga. Una amigdalitis la tenía a maltraer, no podía tragar ni agua y eso le imposibilitaba tomar cualquier antitérmico para bajar sus 39º.

A esa hora, y ya después de unos días de recriminaciones, del estilo "te dije que no salieras en bolas que hacía frío", "te dije que en estos tiempos no se puede salir con el pelo húmedo", etc., ya no me quedaban más cosas para decirle.

Como no podía ser de otra manera, cuando llegamos nos encontramos con cuatro personas antes y nos avisaron que los dos médicos que hacen guardias nocturnas estaban atendiendo a los heridos que habían llegado minutos antes en sendas ambulancias. Eran las dos de la mañana.

Pero la espera no fue lo que uno podría imaginar. La sala de espera se convirtió en una reunión donde abundó la buena onda y la camaradería. Una de las personas era una chica que se había desmayado a causa del stress provocado por una mudanza. Estaba acompañada por quien supongo sería su pareja, también su mamá, su papá, su hermano y otra mujer. La pobre estaba ojerosa y demacrada. Pero aún así sonreía ante las disparatadas ideas de tres muchachos de unos 25 años que estaban ahí porque jugando al cuarto oscuro uno de ellos tropezó y se abrió la frente. Su pantalón estaba todo manchado de sangre. "Yo propuse mirar películas" comentó uno de ellos "pero todos empezaron a gritar «¡cuar-tos-curo! ¡cuar-tos-curo!»”

Dos de ellos, según nos contaron, pertenecen a una especie de agrupación llamada "Aprender a vivir" o algo así (sabrán disculpar la inexactitud de la información, pero a esa hora y ante las circunstancias descriptas, mi mente no estaba demasiado lúcida). En un momento, uno de ellos nos hizo -uno por uno- una especie de descarga, colocando sus manos sobre nuestras cabezas, con los ojos cerrados. El otro, mientras, filmaba la situación.

La camaradería fue tal que cerca de las 4 de la mañana, cuando nos tuvimos que ir, no los pudimos encontrar (supongo que ya estarían cosiendo al herido) y lamentamos el no saber cómo había resultado todo.

Lo que sí recuerdo eran dos de sus nombres: uno se llamaba Matías y el otro Facundo (le decían "fack you").

A todos ellos (también a la familia de la pobre chica demacrada, que convidó con golosinas para amenizar la espera) gracias por demostrarnos que aún en los malos momentos se puede esbozar una sonrisa. Y dicho sea de paso, si algún seguidor de este humilde blog los conoce, nos ponen en contacto, ¿sí? Después de todo, uno nunca sabe, y bien dicen que "el mundo es un pañuelo". Pero esto es para desarrollar en un post aparte. ¡Hasta entonces!

domingo, 25 de julio de 2010

Abran paso que acá vengo yo


Es cierto, a veces -por no decir siempre- vivo "a los cuetes", corriendo de acá para allá, tratando de ganarle una carrera al reloj.

Esta semana salí de casa a eso de las nueve y cinco para tratar de llegar un poco antes de las nueve a mi clase de pilates. Imposible. Me crucé, en el camino, con el encargado de casa, los encargados de la cuadra, el dueño de la ferretería de la vuelta, la moza del bar de la esquina y el diariero, a quienes saludé educadamente.

Pero... ¿puede ser posible que NINGUNO me haya podido avisar que de mi buzo colgaba un broche? ¿Tuve que vivir el papelón de que me lo advirtiera un buen hombre que se paró al lado mío esperando que el semáforo nos permitiera cruzar la calle?

Una de dos: o dejo de ponerle broches a la ropa en la soga o empiezo a hacer las cosas con un poco más de calma.

jueves, 22 de julio de 2010

aBSurDo


Si hay algo que me divierte es formar palabras con las patentes de los autos. Cuando viajamos a algún lado, con mi marido competimos para ver quién encuentra más palabras o con más rapidez. La condición es que las tres letras formen parte de una misma palabra. Buena sugerencia para viajes largos en compañía de personalidades fastidiosas como yo.

Desde hace ya un tiempo estamos buscando la manera de cambiar el auto y la semana pasada surgió una oportunidad para vender nuestro BoTonCito (BTC). Raudamente nos abocamos a la tarea de encontrar otro auto. Y surgió otra oportunidad.

Pero... ¿podemos tener tanta mala suerte, para que la patente sea BQH y no se nos ocurra ninguna palabra que le cuadre? Mi primera decisión fue "Busquemos otro". Pero mi marido (hombre al fin) decidió que no era motivo suficiente.

Empecé a buscar entonces frases en que las palabras tengan esas iniciales, al estilo de "Boludo Que Hacés", "Bien, QHalago" o "Braulio, ¿QHacemos?", pero ninguna me gustó.

¿Alguien tiene una buena sugerencia?

martes, 20 de julio de 2010

Preguntones


Acabo de leer -en el libro Espejos, de Eduardo Galeano, algo que me gustó:

«Simón Rodríguez, que había sido maestro de Bolívar, escribió sobre la educación popular: "Mandar recitar de memoria lo que no se entiende, es hacer papagayos. Enseñen a los niños a ser preguntones, para que se acostumbren a obedecer a la razón: no a la autoridad como los limitados, ni a la costumbre como los estúpidos. Al que no sabe, cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo compra".»

Aplicable, como se ve, al modus operandi de muchos políticos argentinos.

Preguntas de mis hijos, de los tiempos de los "por qué", recuerdo muchas. Pero una, especialmente, me vino a la mente al momento de leer este texto.

Estábamos con mi pequeño (tendría unos 3 años) esperando a que cambiara el semáforo para cruzar una avenida. Al lado nuestro, una señora muuuuy viejita, también esperaba. En ese momento, él lanzó su pregunta, que obviamente no pude escuchar por el barullo de la calle y la distancia que nos separaba por nuestras alturas:

Matías: ¿bzz bzz bzzz?

Mamá: ¿Qué?

Matías: ¿bzz bzz bzzz?

Mamá: No te oigo, Matu. Hablá más fuerte.

Matías: ¿BZZ BZZ BZZZ?

Mamá: No escucho Matu. ¿Qué decís?

Matías: ¡QUE PARA QUE SIRVEN LOS VIEJOS!

... cri... cri... cri...

sábado, 26 de junio de 2010

Señales


La semana pasada, recibí en casa la visita de una persona que vino a que le explicara cómo armar ciertos juegos para colaborar en una revista. Cuando quiso tomar nota de las indicaciones lo hizo con un lápiz negro que sacó de su cartera. Me llamó la atención que escribiera con un lápiz y no con una birome o lapicera. Más todavía cuando noté que el lápiz en cuestión era un 2B, no un HB que son más universales. Entre charla y café, cuando se fue, el lápiz quedó sobre la mesa. De ahí, al cajón de mi escritorio.

Hoy mi hija rendía Biología en la facultad. El examen era un multiple choice y ayer me pidió que le consiguiera un lápiz negro para realizarlo. La indicación que le dieron antes de ir a rendir el examen decía lo siguiente:

"Para señalar las respuestas correctas, utilizar únicamente un lápiz negro 2B y pintar íntegra las casilla correspondientes para que la computadora pueda reconocerlas. No escribir dentro de ellas ni marcar una cruz."

Y ahí estaba, el 2B, esperándola en el cajón de mi escritorio. Linda señal...

lunes, 21 de junio de 2010

Alguien que me explique


Eso, alguien que pueda explicarme la razón por la cual los guantes de goma de talle mediano (que obviamente son los que más se venden) salen $9,39 y los de tamaño grande, tres pesos menos.

Si la situación fuese a la inversa, uno podría pensar que necesitan más material para elaborarlos, pero... ¿alguien puede encontrarle una verdadera explicación a esto, que no sea el viejo cuento de "veamos cómo ganar más guita"?

Uff...

domingo, 20 de junio de 2010

El día del padre


Para los más jóvenes,
Para los más grandes,
Para los más cariñosos,
Para los más distantes,
Para los que están cerca,
Para los que están lejos,
Y sobre todo…
Para los que no están, pero van a estar siempre (como el mío).
¡Feliz día!

jueves, 17 de junio de 2010

Recuerdos de otros tiempos


A veces la mente tiene esa capacidad de recordarnos cosas que creíamos olvidadas.

Hoy viajaba en el subte hacia la oficina y de repente escuché la parte de la música de la propaganda del secarropas "Kohinoor" que dice "El Koh-i-noor es el Koh-i-noor, poderoso el chiquitin".

En ese preciso momento, mi mente terminó el slogan con lo que se decían mutuamente mis hijos -allá lejos y hace tiempo- cuando se peleaban y eran muuuy chicos (y todavía no usaban otras "palabrotas" para ofenderse que no fueran "tonto", "boba" o "paparulo"):

"El Koh-i-noor es el Koh-i-noor, poderoso el chiquitin... COMO TU CEREBRÍN"

Lindo recuerdo.

lunes, 14 de junio de 2010

No me gusta que me mientan



El viernes pasado fuimos con mis amigas "las aeróbicas" (Norma, Claudia y Vivi, con quienes voy a caminar aeróbicamente, cuando el clima, nuestras obligaciones y nuestras ganas nos lo permiten) a conocer el Museo Evita (Museo en homenaje a Eva Perón, sito en Lafinur 2988).

Una casa bellísima, grandes ambientes, puertas robustas, pisos y escaleras de madera noble, patio andaluz, balcones antiguos de hierro forjado, balconcitos interiores, ventanas con rejas bellísimas, molduras antiguas, cocina de época... Un placer estar ahí adentro.

La muestra es interesante, una parte de nuestra historia: videos, manuscritos, documentos, ropa, calzado, donaciones, sombreros, carteras, perfumes...

En una de las vitrinas pudimos ver el tailler que acá se luce. Al su lado, la foto donde teóricamente Eva lo lucía. No había ningún cartel que nos invitara a jugar al juego de las 7 diferencias; por eso grande fue nuestra sorpresa cuando advertimos que el saco de la vitrina era una vil imitación del que Eva lucía en la fotografía. El saco original tenía dos hileras de 5 botones cada una. El de la vitrina, dos hileras de 6. El saco original tenía un bolsillo a cada lado. El de la vitrina, ninguno. No seguí buscando las 5 diferencias restantes. Salí de ese salón exclamando "¡No me gusta que me mientan!"

sábado, 12 de junio de 2010

Todos los días se aprende algo nuevo


¡Lo encontré!

En relación al post que publiqué el 7 de junio bajo el título "Un plumero a la derecha", descubrí el significado de "Office sucio".

Se trata de una "dependencia hospitalaria destinada al lavado del instrumental quirúrgico fuera del área quirúrgica pero en comunicación con la misma mediante ventana guillotina."

Fue otra colaboración de Desde Quirno con amor, para enriquecer nuestro vocabulario.

jueves, 10 de junio de 2010

Jorge


Lo conocí en el ‘84, cuando gané un "concurso de crucigramación" que organizó Ediciones De Mente y el premio fue un curso de crucigramas y afines. El era, junto a Eduardo Gimenez (autor de la foto que ilustra este post) uno de los Jefes de Redacción de la editorial y al poco tiempo de conocerme, quiso que trabajara para él, como Redactora. En seguida quiso que fuera su Secretaria de Redacción. Trabajamos juntos un montón de años. Muchas de las cosas que sé, las aprendí de él. Nos admirábamos mutuamente. Y prueba de ello, son la infinidad de notas, dedicatorias y cartitas que me fue escribiendo mientras compartíamos la oficina:

En un día de la secretaria, armó una tarjeta con mi foto afuera y su foto adentro. Escribió junto a la mía:
"Para la mejor secretaria del mundo..."
y junto a la de él:
"... del mejor jefe."

En la primera página del libro "Fauna" de su autoría, que me regaló:
"A la inigualable Andrea, dechado de virtudes, con mucho cariño, no exento de admiración"

En una hojita del taco del calendario del escritorio, alabando unas frases publicitarias que redacté:
"¿En qué agencia laburás, piba?"

No le gustó que me casara. Estaba enojado, decía que yo era muy inteligente para casarme. Estuvo presente en el civil, y cuando la gente de la editorial le preguntó como era mi marido, sólo se le ocurrió responder "Zurdo" (haciendo obvia alusión a que firmó con la mano izquierda).

Cuando me cambiaba el corte de pelo y me dejaba el flequillo, él me lo tiraba para atrás. Decía que no tenía que esconder mi frente, así como tampoco escondía mi inteligencia.

Me llamaba "Tweety", por mi voz finita.

Quizás no todos sus comentarios fueran ciertos. Pero nacían de la admiración y el afecto que nos teníamos.

Se llamaba Jorge Varlotta. En realidad su nombre completo era Jorge Mario Varlotta Levrero. Firmaba sus libros como Mario Levrero y sus artículos como Jorge Varlotta. Murió en el 2004, justo el día de mi santo, de algo que podría haber evitado.

Ayer entré al cuarto de mi hijo y lo encontré tirado en la cama, leyendo un libro que su novia le había prestado: "El lugar", un texto que Jorge publicó en 1982.

Lo miré, le conté de él, le mostré las dedicatorias que aún conservo y no pude evitar emocionarme. Cosas de la vida.

lunes, 7 de junio de 2010

Un plumero a la derecha



Lo que se ve más arriba es la puerta de un consultorio dentro de la Clínica Bazterrica. ¿Qué habrá adentro?

Una raya más al tigre


El viernes pasado fuimos al local Claro del Alto Palermo para solucionar un tema con el celular de mi hijo. Al entrar, nos recibió una máquina que daba unas cinco opciones (no recuerdo todas, pero algunas eran "Clientes", "Empresas", "Reparación de equipos", "Compra de equipos" y cosas similares). La idea es que uno elige la opción correspondiente y aguarda ser atendido.

Nosotros éramos "Clientes". Teníamos el número 187 y nos dispusimos a esperar nuestra turno. Cuando llegó el 186 suspiramos aliviados: faltaba poco. Pero no. La atención, según le explicaron a otro cliente que, como nosotros, se sorprendió del sistema que usan, es por riguroso orden de llegada, sin importar para qué ítem saca número cada persona.

Nos miramos sin decirnos nada. No podíamos entender a quién se le pudo haber ocurrido un sistema tan estúpido. ¿Y por qué #$%&* no dan un sólo número, para que uno vaya calculando cuánto tiempo le falta por esperar?

Al lado de esto, el problema por el que fuimos pasó a segundo plano: Claro decidió, sin motivo alguno, cambiar el número de plan de mi hijo por un tema interno administrativo, pero no sus beneficios... con la excepción de que por quince días cursará un período sin los beneficios del plan viejo y sin los beneficios del plan nuevo (léase, sin número gratis para mensajes ni para llamadas). La solución que nos propusieron es que compremos tarjeta hasta ese entonces.

Mientras, seguimos comiendo vidrio.

domingo, 6 de junio de 2010

Nefasto


Días atrás, mi hija me mostró un folleto publicidad de un médico que trata trastornos alimenticios. Con el texto "Le será de mucha utilidad", nos obsequia en el mismo una "tabla de peso ideal".

Grande fue mi sorpresa cuando leí lo que, para este médico, es un peso ideal:

Siendo mujer...
Si usted mide 1,64, debería pesar no más de 61 kg.
Si usted mide 1,66, debería pesar no más de 62 kg.
Si usted mide 1,68, debería pesar no más de 63 kg.
Si usted mide 1,70, debería pesar no más de 65 kg.
Si usted mide 1,72, debería pesar no más de 66 kg.
Si usted mide 1,74, debería pesar no más de 67 kg.
Si usted mide 1,76, debería pesar no más de 69 kg.

Siendo hombre...
Si usted mide 1,70, debería pesar no más de 72 kg.
Si usted mide 1,72, debería pesar no más de 74 kg.
Si usted mide 1,74, debería pesar no más de 76 kg.
Si usted mide 1,76, debería pesar no más de 77 kg.
Si usted mide 1,78, debería pesar no más de 79 kg.
Si usted mide 1,80, debería pesar no más de 80 kg.
Si usted mide 1,82, debería pesar no más de 82 kg.
Si usted mide 1,84, debería pesar no más de 83 kg.

Supongo que la idea será la de hacer sentir pasado de peso al común de la gente para conseguir más pacientes, pero... ¿no es un sistema demasiado perverso?

Disculpen, pero ahora que me acuerdo, me voy corriendo. Todavía me queda una porción de Selva Negra en la heladera y no quiero que nadie me gane de mano.

viernes, 4 de junio de 2010

No era tan cara, al final...


La foto es del menú de un restaurante chino cerca de casa. Resultó que la "felicidad para todos" está al módico precio de $27. ¡Y encima, la llevan a domicilio!

Apuremos en llamar. No vaya a ser cosa de que se agote...

viernes, 28 de mayo de 2010

Impotencia


Hoy bajé en la estación Pueyrredón del subte D, para viajar hasta Tribunales. En el andén, mientras caminaba, me crucé con un chico "de la calle", de no más de 10 o 12 años, Después de pasar al lado mío, sentí como un latigazo en la espalda. Me di vuelta sorprendida y grité un "¡Eh!", mezcla de asombro y sorpresa, y vi que este mismo chico tenía un sweter en su mano, que había usado para agredirme.

Al notar que lo miraba algo enojada, hizo un ademán con el sweter como si quisiera volver a golpearme, mientras me miraba agresivamente. Me di vuelta y seguí caminando, ignorándolo.

Cuando volvía, y bajé en la misma estación, recordé el episodio y subí las escaleras pensando en la impotencia que da ver chicos tan chicos y con tanta violencia a flor de piel. Al salir a la calle, enfrascada en esos pensamientos, lo volví a encontrar, sentado en el umbral de un edificio, acompañado de otro chico de sus misma edad y condición y gritándole a la gente que pasaba.

Seguí caminando, esta vez sin mirarlo para no generarme problemas, y los vi pasar, a los dos, agarrados de la parte de atrás de un colectivo.

Mientras los miraba, me preguntaba -y lo sigo haciendo- qué se puede hacer por estos chicos que ya son grandes para poder ayudar pero todavía son chicos para enfrentar la vida por sus propios medios. Y no encontré respuesta. En definitiva, son los adultos con quienes van a convivir socialmente nuestros hijos y nietos. Y eso estremece. Como así también, pensar que esa violencia contenida, que hoy evidenció "latigándome" injustificadamente con su sweter, en diez años se traduzca en una reacción similar pero cambiando el trapo por un arma, y gatillando ante el primer "¡Eh!" con que se cruce.

martes, 25 de mayo de 2010

¿Quién fue el *#$%&*?


Nos subimos ayer con mi marido a un coche del subte D, en su trayecto Pueyrredón/José Hernández.

Al tomarse él de la barra para agrarrase, pudo notar con gran desagrado que una parte de la misma estaba envuelta en un asqueroso y pegajoso chicle blanco.

¿A quién puede ocurrírsele la *#$%&* idea de pegar un chicle ahí?

Quien esté libre de pecados, que tire la primera piedra. Muchos de nosotros tenemos en nuestro historial el haber dejado un recuerdo similar debajo de un banco de escuela, debajo de una mesa, de una silla. ¡Pero en una agarramanos de subte!

Hay que ser tarado...

Después critican a los chicos...


... pero si los grandes no lo tienen claro!

No cualquier país del mundo tiene dos fechas así de importantes para festejar. Nosotros sí; la de la Revolución de Mayo (de la que hoy se cumplen 200 años) y la de la Independencia (el 9 de julio de 1816).

En el día de hoy, Google quiso hacer un reconocimiento a la fecha patria... pero equivocó la fecha.

No, Mr. Google, no es el aniversario de la Independencia, es el aniversario de la Revolución...

Ahora me voy, porque se me enfría el locro.

¡Felices pastelitos para todos!

sábado, 22 de mayo de 2010

Cómo tener una hija adolescente y no morir en el intento


No somos todos iguales. ¡Pero taaaan diferente tenía que salirme!

De chica, yo guardaba cada uno de mis sweters en la misma bolsita en la que me lo habían vendido, con el logo correspondiente. Los estantes de mi placard parecían los de un negocio de ropa, con todos los colores a la vista. Cada cosa en mi cuarto tenía su lugar correspondiente y a tientas podía encontrar lo que quisiera.

Mi hija es todo lo contrario. Entrar a su cuarto es como vivir una excursión a lo inesperado. Hasta resulta difícil avanzar, porque en el piso siempre hay montañas de apuntes, zapatos, zapatillas, libros, paquetes de zapatillas, ropa sucia mezclada con ropa limpia, botellitas de gaseosas y otras cosas que no dejan de sorprenderme al encontrarlas.

Lo peor de todo es cuando toma cosas que no son de su uso exclusivo sino que compartimos entre todos, como el secador de pelo, la cartuchera de manicuría, el quitaesmalte, las bandejas y, obviamente, la vajilla. Cuando algo no aparece (o faltan vasos, platos o cubiertos) no quedan dudas: están ahí. Y enconces sí, uno se ve obligado a hacerse camino -machete en mano- como si avanzara a través de una tupida selva amazónica.

Y si esto es lo peor de todo, lo más gracioso es escuchar sus gritos cuando no encuentra algo y supone que otro lo tomó: "¡MÁÁÁÁ! ¿QUIÉN AGARRÓ MIS LLAVES?", "¡MÁÁÁÁ, ALGUIEN ME ESCONDIÓ EL CARNET DE OSDE!", "¡MÁÁÁÁ! ¿DÓNDE ME ESCONDIERON EL DNI?", etc., etc., etc.

Hace algunos años tomaba coraje, entraba, me arremangaba y empezaba la ardua tarea de poner orden a todo. Ahora me cansé, y decidí optar por una solución más simple. Cierro la puerta y no me entero de lo que pasa "ahí adentro".

miércoles, 19 de mayo de 2010

No soy yo, son ellas


Mi tío Beto me decía "la torpe". Pero tenía su explicación: compartimos juntos muchos veraneos e indefectiblemente, cada año llegaba yo a la playa con mis rodillas amorotonadas, a causa de mis habituales caídas.

Pero otra es la historia con mis manos. Soy muy habilidosa y siempre me gustaron las manualidades.

Ahora pregunto, ¿cómo puede ser que siendo tan habilidosa, tenga que terminar recurriendo a un cuchillo para abrir mis paquetes de galletitas Express? Y otra duda cruel que me atormenta: ¿para qué #$%&* sirve esa cintita roja pegajosa que ponen en uno de los extremos del paquete, si por lo general queda del lado de adentro y no se puede acceder a ella sino rompiendo el papel?

jueves, 13 de mayo de 2010

A ver si nos entendemos


En los días lluviosos, la idea de usar paraguas es para no mojarse. Entonces, ¿con qué necesidad andar con paraguas debajo de los techitos de los edificios y los negocios? ¿Por qué no practicar la solidaridad y dejar esos lugares para quienes no salimos con paraguas ese día?

He dicho.

lunes, 10 de mayo de 2010

Yo, la atleta


No me da vergüenza admitirlo: odio hacer gimnasia y deportes desde mi más temprana infancia. De chica, trataba de conseguir algún certificado médico para eximirme de tan tediosa actividad.

Ahora, de grande, lo hago por obligación: una vez por semana pilates y tres veces por semana, caminata aeróbica con dos amigas. Bueno, esto último, siempre y cuando no llueva...

¿Habrá sido por eso que mi marido, mientras hacíamos la cola para entrar a un teatro, leyó el título de esta obra que están dando en el teatro San Martín y me dijo que le hacía acordar a mí?

domingo, 9 de mayo de 2010

Para abrazarte mejor


Es una característica de mi cuerpo. Siempre lo fue, desde chica. Y lo heredó mi hijo menor. Tenemos los brazos muuuuy largos.
Son cómodos. A la hora de buscar algo en las alacenas, de agarrar algo alto de los supermercados, para cambiar lamparitas, agarrarse del palo más alto de los colectivos, alcanzar a cualquier libro de una biblioteca... y para abrazar mejor.

Pero una de cal y una de arena: a la hora de comprar sweters, tener brazos tan largos es un problema. Hoy me compré un saco (verde, precioso) y me sorprendieron sus largas mangas. Se lo comenté a la dueña del local y me dijo que sí, que ese modelo se ideó... ¡para usar con las mangas arremangadas!

No era mi caso, obvio. Eso me hizo acordar de cierta ocasión, en que me quise comprar un conjunto de saco y pantalón y al probarme el saco y notar que las mangas me quedaban cortas, se lo comenté a la vendedora, a lo que ella me respondió "Es que acá vendemos talles normales".

¿Y dónde está el manual sobre la normalidad, digo yo?

jueves, 6 de mayo de 2010

Me vio la cara


Estaba hoy haciendo la cola en la caja rápida del supermercado. Adelante mío había una señora a la que le estaban pasando los productos por el visor. En ese momento, llegó un señor con algunos productos en sus manos, me miró simpáticamente y me dijo "permiso por favor", permiso al que accedí pensando que era el esposo de la señora que me antecedía.

Pero no. Grande fue mi sorpresa cuando dicha señora pagó y se fue. La cajera entonces empezó a pasar los productos de este ¿buen? hombre por el visor mientras yo observaba la escena con mi peor cara de perplejidad.

No dije nada. Pero todo me quedó adentro. Así que hoy... ¡ojo conmigo!

domingo, 2 de mayo de 2010

Todos los días se aprende algo nuevo


Ayer, mientras desayunábamos, mi media naranja exclamó, como quien dice "hoy va a llover":

-¡Oia! Tenés una cana, ahí al costado...

La sencilla exclamación sirvió para que estuviese todo el día pensando "¿me tiño?", "¿me hago reflejos?", "¿me la corto?" (¡arrancarla nunca, porque crecerían siete en su lugar!) y lo que es peor, "¡me estoy poniendo viejaaaaaaa!!!!!"

Como preparado de antemano, a la noche, durante la cena, mi primogénita Flor me contó que aprendió en la facultad que el hueso de la sien se llama "temporal" porque es el lugar donde empiezan a crecer las primeras canas, y "temporal" viene de "tiempo" y hace referencia al paso del mismo.

Glup...

viernes, 30 de abril de 2010

¿Fisonomista yo?


El otro día, mientras cruzaba Santa Fe y Coronel Diaz, me crucé con una actriz (en aquel momento no me acordaba su nombre; ahora sí: Claribel Medina). Lo gracioso fue que, cuando pasó a mi lado la saludé pensando que la cara me resultaba familiar porque era alguien de mi círculo de conocidos, aunque no pudiese recordar quién era. Me saludó, sí, porque es simpatiquísima. Pero habrá pensado "otra cholula más". ¡Juro que creí que se trataba de la madre de algún amigo de los chicos, de alguna vecina, o algo parecido!

Eso me hizo acordar otro suceso fisonomista que viví hace un tiempo. Estaba haciendo la cola para sacar entradas en el Cinemark de Berutti (cuento el lugar porque ahí las colas son en S, cual laberinto, como las colas de los bancos). En un momento, quedé enfrentada con una mujer, cuya cara me resultaba tremendamente conocida. La miré fijo y antes de saludarla, le dije:

-Disculpame, ¿te conozco de algún lado?

Ella me respondió:

-Sí, soy tu doctora...

(Plop)

miércoles, 21 de abril de 2010

Primero el peatón


Yo soy una de las pobres pero valientes mortales que surcan las calles a pie. No manejo ni me interesa hacerlo. Para trayectos largos, subte o colectivo. Para los cortos, a pie.

Y si hay algo que detesto, es la soberbia de los automovilistas. Esos que, al intentar doblar en una esquina, y mientras ambos tenemos la luz a nuestro favor para avanzar, se lanzan para ganarnos de mano o -cuando logramos ganarle de mano nosotros, los peatones- intentan apurar nuestra marcha a puro bocinazo.

Para ambos casos, siempre tengo el texto preparado: "Primero el peatón" les grito. Y avanzo aliviada.

lunes, 19 de abril de 2010

El viejo truco


Sí, desde hace rato ya me di cuenta de que el rollo de papel higiénico viene con menos metros que antes, que las rebanadas de pan lactal son cada vez más pequeñas y que lo mismo pasa con las galletitas y con miles de productos más, mientras siguen aumentando disimuladamente de precio. Pero mi karma son los guantes de goma.

Para cuidar mis manos, no lavo ni un vaso sin usarlos. ¿Pero puede ser que por el sólo hecho de acariciar la esponjita con detergente, día por medio los guantes terminen agujereados? Y ojo que no estoy hablando de guantes marca "Pirulín". Mi esmero en el cuidado de mis manos me lleva a comprar guantes de primera calidad que después de -a lo sumo- dos días de labor, terminan enrollados en la basura.

Mi marido opina que saldríamos ganando si pusiéramos una fábrica de guantes de goma. Yo opino que los fabricantes ponen especial cuidado en adelgazar el material en la zona de los dedos, para que no resistan más de dos días de uso.

Eso sí, en la pileta de mi cocina no existe la rutina. Cada dos días, mis manos se visten de otro color.

sábado, 17 de abril de 2010

Más que CLARO, OSCURO


Después de toda una semana de levantarnos religiosamente a las 6 de la mañana para cumplir con nuestras respectivas obligaciones, nos disponíamos a disfrutar de un sueño reparador en esta mañana de sábado.

Como los viernes a la noche los hijos adolescentes salen hasta cualquier hora, para más tranquilidad, los celulares no se apagan. Y ése fue el problema.

¿¡A qué infeliz directivo de CLARO se le puede ocurrir enviar un mensaje de promoción un sábado a las 8 de la mañana?!

No es la primera vez que nos pasa. Incluso en alguna oportunidad, llamé para quejarme y me respondieron algo así como "Todas las empresas hacen lo mismo" y "No hay manera de borrar su número de la base de datos para evitar recibir promociones".

No hay mucho más que decir. Sólo que... los detesto.

viernes, 16 de abril de 2010

Todos los días se aprende algo nuevo


Ayer, charlando con mi hijo, me explicaba el verdadero origen de los nombres de las facturas que solemos hallar en las panaderías. Y acá lo transcribo:

La historia es antigua y entrañable. Sobre todo porque, para cualquier argentino, resulta un modo inesperado de adjudicarle un sentido muy diferente a frases absolutamente cotidianas y casi inconscientes que uno dice cuando entra a cualquier panadería, tales como: “Dos vigilantes, tres cañoncitos de dulce de leche y una bola de fraile, por favor” o “¿Me agrega uno de esos sacramentos con dulce de membrillo?”.

La verdad es que, si uno se pone a pensar en el verdadero sentido de las palabras, resulta más que extraño acompañar el té con leche o el mate con pasteles y dulces llamados vigilantes, cañoncitos, sacramentos, bombas, bolas de fraile o suspiros de monja.

Pero existe un porqué, y tiene que ver con el anarquismo argentino de finales del siglo XIX, nada menos.

El 18 de julio de 1887, en Buenos Aires y gracias a la iniciativa del anarquista italiano Ettore Mattei, se creó la primera institución de la resistencia argentina: la Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos. Uno de los grandes teóricos del anarquismo moderno, su compatriota Errico Malatesta (que vivió en la Argentina entre 1885 y 1889), fue el encargado de redactar sus estatutos.

Esa sociedad, que entre 1894 y 1930 editó sin pausas el periódico El Obrero Panadero, fue la responsable de bautizar, con toda la ironía del mundo, las distintas variedades de facturas (masas horneadas) que todavía hoy, 120 años después, son moneda corriente en todas las panaderías de barrio.

Así, en “homenaje” a la Iglesia empezaron a vender sacramentos y bolas de fraile, que también pueden llamarse suspiros de monja (justo es reconocer que este es su nombre popular: en general, las panaderías las ofrecen como “berlinesas”); en recuerdo irónico de los militares, bombas y cañoncitos (rellenos de dulce de leche o crema pastelera); y como burla a la policía, vigilantes.

Y ahora disculpen... me voy de una escapada al Delicity de acá a la esquina.

miércoles, 14 de abril de 2010

Las ingratas tareas del hogar


¿Quién no escuchó, alguna vez, una voz femenina quejándose por las tareas hogareñas? Que nadie lo valora, que dos minutos después de limpiar el baño ya está sucio otra vez, que la ropa para planchar se reproduce máqicamente por la noche, que todos ensucian las remeras despreocupadamente... total "la tarada lava", que nadie es capaz de levantar un plato de la mesa, que todos preguntan "¿qué comemos hoy?" pero a nadie nunca se le ocurre lanzar un "hoy cocino yo"... En fin, infinidad de comentarios, que no por ser muchos están alejados de la realidad.

Pero pocas veces, un comentario tan preciso, tan claro, tan decidido, como el de este grafitti. Para sacarse el sombrero.

sábado, 10 de abril de 2010

¿Todo preparado de antemano?


Hace unos días, algunas amigas organizaron una reunión de encuentro para charlar. Hubiese aceptado gustosa, de no ser porque, entre el grupo, hay una persona que desde hace un tiempo me está generando un cierto desagrado. Más específicamente, es una de las dos personas en quien pensé cuando escribí el post del 4 de abril, "El don de saber escuchar".

Lo gracioso del caso fue que el mismo día de la reunión, mientras preparaba el desayuno, saqué la hojita del calendario y leí la frase que traía atrás: "¡Cuán corriente es no considerar sensatos sino a los que piensan como nosotros!"

Parece hecho a propósito, ¿no?

jueves, 8 de abril de 2010

Los beneficios del ANSES no son para todos


Mi hijo menor empezó, este año, el último año del secundario. Por esas cosas de las fechas de nacimiento, él cumplió los 17 después de la segunda mitad del año pasado y no durante este año, tal como el ANSES (la Administración Nacional de la Seguridad Social de Argentina) esperaba. Es por eso que la asignación por el comienzo de clases que brindan anualmente en marzo, a nosotros no nos llegó. Tuve que ir a hacer el reclamo correspondiente, entregar un comprobante de estudio y explicar que, a pesar de haber cumplido los 17 el año pasado, todavía no terminó el secundario.

Lo peor del cuento fue que, al hacerlo, me informaron que a partir de julio (mes en que el benjamín de la familia cumple los 18), dejaré de recibir la ayuda escolar que mensualmente brinda dicho organismo. "¡Pero no es justo!" exclamé. "El con sus 18 años todavía va a tener cinco meses más de escuela secundaria". "Lo lamentó, pero es así. Automáticamente se corta el beneficio al cumplir los 18" respondió la más que simpatiquísima empleada.

Esto quiere decir que la familia de la gran comunidad estudiantil que cumple los 18 años desde julio hasta noviembre, no percibe entonces ayuda alguna del estado. Y ni que hablar de los chicos repetidores. Con solo haber repetido un grado de primaria o uno de secundaria, quedan durante al menos un año fuera del beneficio.

¿No resulta un poco injusto?