jueves, 11 de noviembre de 2010

¿Qué será de él?


Hoy, cuando bajé a la estación Pueyrredón del subte D para viajar rumbo a la oficina, vi a un señor mayor que tenía un equipo de música sobre sus piernas y un vasito en su mano, pidiendo monedas. Lo único que hacía era elegir la música que salía del aparato, sin demasiados méritos. Y me hizo acordar a otro señor mayor, que conocimos con mi primogénita Flor, allá lejos y hace tiempo, en una estación del subte B.

Él sí tenía méritos propios. Cantaba tangos y se acompañaba con un bandoneón. Lo conocimos cuando Flor estaba en 7º grado y dos veces por semana la acompañaba a un curso para preparar su ingreso al Pellegrini. El profesor que daba el curso se llamaba Giménez y nos daba gracia que "el señor del bandonéon" fuese tan parecido a él.

De tanto verlo cantar, cada vez que pasábamos empezamos a dejarle una moneda (en aquel entonces no escaseaban tanto) no tanto porque nos gustara cómo cantaba, sino más bien porque se había transformado en una especie de cábala. Pensábamos que dejarle una moneda al "clon de Giménez", le iría augurando éxito en los distintos exámenes que rendía.

Menos mal que se mantuvo ahí, siempre firme, hasta que dejamos de ir. Y sí, a Flor le fue bien. Seguramente porque se mató estudiando y no por las dos moneditas semanales. Pero a veces ese tipo de cábalas nos dan cierta seguridad, útil, frente a determinadas situaciones.

¿Seguirá ahí?

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