viernes, 30 de abril de 2010

¿Fisonomista yo?


El otro día, mientras cruzaba Santa Fe y Coronel Diaz, me crucé con una actriz (en aquel momento no me acordaba su nombre; ahora sí: Claribel Medina). Lo gracioso fue que, cuando pasó a mi lado la saludé pensando que la cara me resultaba familiar porque era alguien de mi círculo de conocidos, aunque no pudiese recordar quién era. Me saludó, sí, porque es simpatiquísima. Pero habrá pensado "otra cholula más". ¡Juro que creí que se trataba de la madre de algún amigo de los chicos, de alguna vecina, o algo parecido!

Eso me hizo acordar otro suceso fisonomista que viví hace un tiempo. Estaba haciendo la cola para sacar entradas en el Cinemark de Berutti (cuento el lugar porque ahí las colas son en S, cual laberinto, como las colas de los bancos). En un momento, quedé enfrentada con una mujer, cuya cara me resultaba tremendamente conocida. La miré fijo y antes de saludarla, le dije:

-Disculpame, ¿te conozco de algún lado?

Ella me respondió:

-Sí, soy tu doctora...

(Plop)

miércoles, 21 de abril de 2010

Primero el peatón


Yo soy una de las pobres pero valientes mortales que surcan las calles a pie. No manejo ni me interesa hacerlo. Para trayectos largos, subte o colectivo. Para los cortos, a pie.

Y si hay algo que detesto, es la soberbia de los automovilistas. Esos que, al intentar doblar en una esquina, y mientras ambos tenemos la luz a nuestro favor para avanzar, se lanzan para ganarnos de mano o -cuando logramos ganarle de mano nosotros, los peatones- intentan apurar nuestra marcha a puro bocinazo.

Para ambos casos, siempre tengo el texto preparado: "Primero el peatón" les grito. Y avanzo aliviada.

lunes, 19 de abril de 2010

El viejo truco


Sí, desde hace rato ya me di cuenta de que el rollo de papel higiénico viene con menos metros que antes, que las rebanadas de pan lactal son cada vez más pequeñas y que lo mismo pasa con las galletitas y con miles de productos más, mientras siguen aumentando disimuladamente de precio. Pero mi karma son los guantes de goma.

Para cuidar mis manos, no lavo ni un vaso sin usarlos. ¿Pero puede ser que por el sólo hecho de acariciar la esponjita con detergente, día por medio los guantes terminen agujereados? Y ojo que no estoy hablando de guantes marca "Pirulín". Mi esmero en el cuidado de mis manos me lleva a comprar guantes de primera calidad que después de -a lo sumo- dos días de labor, terminan enrollados en la basura.

Mi marido opina que saldríamos ganando si pusiéramos una fábrica de guantes de goma. Yo opino que los fabricantes ponen especial cuidado en adelgazar el material en la zona de los dedos, para que no resistan más de dos días de uso.

Eso sí, en la pileta de mi cocina no existe la rutina. Cada dos días, mis manos se visten de otro color.

sábado, 17 de abril de 2010

Más que CLARO, OSCURO


Después de toda una semana de levantarnos religiosamente a las 6 de la mañana para cumplir con nuestras respectivas obligaciones, nos disponíamos a disfrutar de un sueño reparador en esta mañana de sábado.

Como los viernes a la noche los hijos adolescentes salen hasta cualquier hora, para más tranquilidad, los celulares no se apagan. Y ése fue el problema.

¿¡A qué infeliz directivo de CLARO se le puede ocurrir enviar un mensaje de promoción un sábado a las 8 de la mañana?!

No es la primera vez que nos pasa. Incluso en alguna oportunidad, llamé para quejarme y me respondieron algo así como "Todas las empresas hacen lo mismo" y "No hay manera de borrar su número de la base de datos para evitar recibir promociones".

No hay mucho más que decir. Sólo que... los detesto.

viernes, 16 de abril de 2010

Todos los días se aprende algo nuevo


Ayer, charlando con mi hijo, me explicaba el verdadero origen de los nombres de las facturas que solemos hallar en las panaderías. Y acá lo transcribo:

La historia es antigua y entrañable. Sobre todo porque, para cualquier argentino, resulta un modo inesperado de adjudicarle un sentido muy diferente a frases absolutamente cotidianas y casi inconscientes que uno dice cuando entra a cualquier panadería, tales como: “Dos vigilantes, tres cañoncitos de dulce de leche y una bola de fraile, por favor” o “¿Me agrega uno de esos sacramentos con dulce de membrillo?”.

La verdad es que, si uno se pone a pensar en el verdadero sentido de las palabras, resulta más que extraño acompañar el té con leche o el mate con pasteles y dulces llamados vigilantes, cañoncitos, sacramentos, bombas, bolas de fraile o suspiros de monja.

Pero existe un porqué, y tiene que ver con el anarquismo argentino de finales del siglo XIX, nada menos.

El 18 de julio de 1887, en Buenos Aires y gracias a la iniciativa del anarquista italiano Ettore Mattei, se creó la primera institución de la resistencia argentina: la Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos. Uno de los grandes teóricos del anarquismo moderno, su compatriota Errico Malatesta (que vivió en la Argentina entre 1885 y 1889), fue el encargado de redactar sus estatutos.

Esa sociedad, que entre 1894 y 1930 editó sin pausas el periódico El Obrero Panadero, fue la responsable de bautizar, con toda la ironía del mundo, las distintas variedades de facturas (masas horneadas) que todavía hoy, 120 años después, son moneda corriente en todas las panaderías de barrio.

Así, en “homenaje” a la Iglesia empezaron a vender sacramentos y bolas de fraile, que también pueden llamarse suspiros de monja (justo es reconocer que este es su nombre popular: en general, las panaderías las ofrecen como “berlinesas”); en recuerdo irónico de los militares, bombas y cañoncitos (rellenos de dulce de leche o crema pastelera); y como burla a la policía, vigilantes.

Y ahora disculpen... me voy de una escapada al Delicity de acá a la esquina.

miércoles, 14 de abril de 2010

Las ingratas tareas del hogar


¿Quién no escuchó, alguna vez, una voz femenina quejándose por las tareas hogareñas? Que nadie lo valora, que dos minutos después de limpiar el baño ya está sucio otra vez, que la ropa para planchar se reproduce máqicamente por la noche, que todos ensucian las remeras despreocupadamente... total "la tarada lava", que nadie es capaz de levantar un plato de la mesa, que todos preguntan "¿qué comemos hoy?" pero a nadie nunca se le ocurre lanzar un "hoy cocino yo"... En fin, infinidad de comentarios, que no por ser muchos están alejados de la realidad.

Pero pocas veces, un comentario tan preciso, tan claro, tan decidido, como el de este grafitti. Para sacarse el sombrero.

sábado, 10 de abril de 2010

¿Todo preparado de antemano?


Hace unos días, algunas amigas organizaron una reunión de encuentro para charlar. Hubiese aceptado gustosa, de no ser porque, entre el grupo, hay una persona que desde hace un tiempo me está generando un cierto desagrado. Más específicamente, es una de las dos personas en quien pensé cuando escribí el post del 4 de abril, "El don de saber escuchar".

Lo gracioso del caso fue que el mismo día de la reunión, mientras preparaba el desayuno, saqué la hojita del calendario y leí la frase que traía atrás: "¡Cuán corriente es no considerar sensatos sino a los que piensan como nosotros!"

Parece hecho a propósito, ¿no?

jueves, 8 de abril de 2010

Los beneficios del ANSES no son para todos


Mi hijo menor empezó, este año, el último año del secundario. Por esas cosas de las fechas de nacimiento, él cumplió los 17 después de la segunda mitad del año pasado y no durante este año, tal como el ANSES (la Administración Nacional de la Seguridad Social de Argentina) esperaba. Es por eso que la asignación por el comienzo de clases que brindan anualmente en marzo, a nosotros no nos llegó. Tuve que ir a hacer el reclamo correspondiente, entregar un comprobante de estudio y explicar que, a pesar de haber cumplido los 17 el año pasado, todavía no terminó el secundario.

Lo peor del cuento fue que, al hacerlo, me informaron que a partir de julio (mes en que el benjamín de la familia cumple los 18), dejaré de recibir la ayuda escolar que mensualmente brinda dicho organismo. "¡Pero no es justo!" exclamé. "El con sus 18 años todavía va a tener cinco meses más de escuela secundaria". "Lo lamentó, pero es así. Automáticamente se corta el beneficio al cumplir los 18" respondió la más que simpatiquísima empleada.

Esto quiere decir que la familia de la gran comunidad estudiantil que cumple los 18 años desde julio hasta noviembre, no percibe entonces ayuda alguna del estado. Y ni que hablar de los chicos repetidores. Con solo haber repetido un grado de primaria o uno de secundaria, quedan durante al menos un año fuera del beneficio.

¿No resulta un poco injusto?

martes, 6 de abril de 2010

Felicitaciones para mí


Y si no me felicito yo, ¿quién?

Con el comienzo de abril, cumplí un mes de asistir religiosamente a las clases de pilates. Sí, ya sé que para algunos esto puede resultar una nimiedad, una pavada o hasta un placer. Pero no para mí, que tengo colgada al lado de mi escritorio de trabajo, mi frase de cabecera preferida: "Mi único deporte es dejarme golpear por el agua de la ducha cada mañana" (Pepe Blanco).

No para mí, que probé yoga, steps, aqua gym y otras varias formas de mantener el cuerpo en movimiento, y que no llegaba a la segunda clase.

No para mí, que en el secundario -y merced a certificados truchos- lograba eximirme de gimnasia.

Pero lo que no pudo el placer o la voluntad, lo pudo el traumatólogo, diciéndome que si no empezaba ya mismo con algo, mi hernia lumbar terminaría en un quirófano.

Y acá me ven, asistiendo todos los martes por la mañana a las clases de pilates, rogándole a la profesora que tenga piedad de mí y tratando de suspender lo menos posibles las caminatas aeróbicas que me empujan a hacer mis amigas Claudia y Norma los lunes, miércoles y viernes.

Sí, ya sé, debería también abandonar las danzas de la lluvia, que también practico religiosamente en esas fechas, para que las inclemencias del tiempo no me hagan sentir tan culpable de suspenderlas...).

lunes, 5 de abril de 2010

Discrepo


Siempre me jacté por ser la defensora número uno de mi propio derecho a decidir sobre mi vida y mi cuerpo. Nadie puede meterse en ello y decidir por mí cuando a mi cuerpo, mi salud e integridad se refiere.

Pero discrepo con este juez cordobés, que declaró que ir sin casco y sin cinturón de seguridad no es una falta, ya que se trata de una decisión personal.

Sí, obviamente se trata de una decisión personal, pero cuyas consecuencias pueden perjudicar al prójimo. Si por transgredir estas normas, una persona termina malherida, se espera que una ambulancia pase a rescatarlo y que los médicos y los insumos hospitalarios lo aguarden para tratar de salvarle la vida. Después, también, una cama de hospital para restablecerse. Ambulancias, médicos, insumos y cama hospitalarios que pagamos entre todos y que bien podría necesitar cualquiera de nosotros por una dolencia o un accidente que nada tenga que ver con la transgresión de estas dos normas.

Por eso, cada uno es libre de atentar contra su propio cuerpo y su propio bienestar... siempre que no termine perjudicando al prójimo.

domingo, 4 de abril de 2010

El don de saber escuchar


Hoy recibí un mail con un texto que -aseguraba- era del siglo XVII. No sé si la fecha será cierta o no, pero el texto es taaaan actual...

"Señor, tú sabes mejor que yo que estoy envejeciendo y un día seré vieja.
No permitas que me haga charlatana y, sobre todo, adquiera el hábito de creer que tengo que decir algo sobre cualquier tema, en toda ocasión.
Libérame de las ansias de querer arreglar la vida de los demás.
Que sea pensativa pero no taciturna, solícita pero no mandona.
Con el vasto acopio de sabiduría que poseo, parece una lástima no usarla toda. Pero tú sabes, Señor, que quiero que me queden algunos amigos al final.
Mantén mi mente libre de la recitación de infinitos detalles.
Dame las alas para ir derecho al grano.
Sella mis labios para que no hable de mis achaques y dolores. Ellos van en aumento con el pasar de los años, como también mi gusto por recitarlos.
Pido la gracia de poder escuchar con paciencia el relato de los males ajenos.
Enséñame la gloriosa lección de que a veces es posible que esté equivocada.
Mantén en mí una razonable dulzura.
Es difícil convivir con ellas, pero una vieja amargada es una de las obras supremas del diablo.
Ayúdame a extraer de la vida toda la diversión posible. Nos rodean tantas cosas divertidas que no quiero perderme ninguna."

El don de saber escuchar al otro. La capacidad de reconocer los propios errores. No hay nada que me provoque más rechazo que verme obligada a relacionarme con gente incapaz de saber escuchar al prójimo o de reconocer que las opiniones o la forma de vida del prójimo pueden llegar a ser válidas aunque no coincidan con las suyas. Y me da la impresión de que últimamente esta obligación va en aumento.

El problema se da cuando esas incapacidades aparecen en gente con las que uno se ve obligado a tratar, ya sea por trabajo o por relaciones familiares. Por suerte, la madurez me ha dado -entre otras cosas- la serenidad y la resolución como para meter un "el hecho de que no pensemos igual no quiere decir que lo mío no sea válido" o "No hay una sola forma de ver las cosas, por lo que podemos tener razón las dos, aún viendo la situación desde veredas opuestas".

En fin, las relaciones humanas. Todo un desafío...

jueves, 1 de abril de 2010

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La mayoría de los hijos vienen -desde hace años- superando la altura de sus padres. Es por eso que vemos en la calle adolescentes que tienen que agacharse para pasar por algunas puertas o para viajar parados en algunos colectivos. Es el caso de Matu, mi hijo menor.

En momentos previos a realizarse un estudio médico, estando los dos solos en un consultorio, decidió pesarse y medirse: 62 kilos, 192 cms. Al reprocharle -como no podía ser de otra manera- lo flaco que está, quise demostrárselo leyendo la tabla de pesos que venía impresa en la balanza. Pero hete aquí que, según dicha tabla, a los 17 años no se puede medir 192 cms., altura a la que recién se puede llegar a las 21.

"¿Viste?" fue la respuesta de Matu, "eso quiere decir que estoy bien de peso".

¿No deberían reveerse las tablas de las balanzas, considerando que las nuevas generaciones vienen superándonos a pasos agigantados? (este último término, nunca mejor utilizado).