viernes, 5 de agosto de 2011
Otro mundo
Por sugerencia de mi amiga Catalina, me arremango las mangas y paso a tipiar la apasionante experiencia que me significó haber vivido una tarde en un estudio de TV.
Desconozco los motivos que me llevaron a completar on line un formulario para participar en el segmento “Salven al millón” del programa de Susana Giménez. La cuestión es que, en poco tiempo, ese acto impulsivo se tradujo en un llamado telefónico invitándome, junto a mi marido, a realizar un casting que consistía en un simulacro de juego frente a una productora que nos filmaría y observaría nuestras reacciones.
La pasamos bárbaro, visitamos los estudios de Telefé, vimos gente que pensamos que sólo existe en la pantalla de nuestro televisor y volvimos con la satisfacción de habernos divertido un rato. Grande fue nuestra sorpresa cuando, a la semana, nos llamaron para avisarnos que habíamos sido elegidos y que teníamos que ir a grabar el programa ¡con la mismísima Su! el jueves de la semana siguiente. En el transcurso de esa semana nos llamaron para confirmar nuestra presencia, acordar horarios y darnos algunas indicaciones sobre la ropa que debíamos usar.
Llegó el jueves esperado, nos vestimos con “elegante sport” y llegamos a los estudios de Martínez con puntualidad inglesa. Nos recibieron hiper amablemente, conocimos a otras cinco parejas que grabarían con nosotros y nos condujeron al camarín, donde nos invitaron con un catering como almuerzo y nos fueron llamando de a poco a la sala de maquillaje y peluquería para ponernos más presentables y lograr cosas que desconocía que se podían hacer: ¡Mis pelos dejaron de tener frizz y la pelada de mi marido dejó de brillar!
Tres horas después de haber llegado, nos condujeron al estudio para grabar. Imponente. Muchos técnicos, productores, camarógrafos, gente que hablaba por parlantes o algo por el estilo, gente que corría, oscuridad, frío (según nos explicaron, a pesar del frío de Bs. As. en invierno, ahí se trabaja con aire acondicionado para que no se perjudiquen los equipos). Cuando todo estaba preparado minuciosamente, apareció ”ella”. Saludando a todo el mundo, la mar de simpática y muy profesional, se dirigió, escaleras arriba, al sitio donde se realiza el juego y desde ahí nos saludó.
A partir de ese momento, todo fue un ir y venir de participantes. Cada dos parejas, un alto para que Susana se cambiara la ropa (no olvidar que se estaban grabando distintos días del programa).
Cuando llegó nuestro turno, nos hicieron acercar a la escalinata, ahí llegaron las maquilladoras que "retocaron" nuestro maquillaje en medio de la oscuridad del estudio (y sin darse cuenta de que antes había pasado por el baño para sacarme el brillo labial, que al no estar acostumbrada a usar, me daba asco) y sendos técnicos nos colocaron los micrófonos de esos que se enganchan en la oreja. El procedimiento, que para ellos debía ser natural, a mí me perturbó. Sin pedir permiso, uno levantó mi cabello, enganchó el micrófono en mi oreja, metió su mano por debajo de mi blusa a la altura del cuello, extendió el cable que luego buscó por debajo de mi blusa, desde la cintura hacia arriba y terminó enganchando en un aparatito en la cintura de mi pantalón.
Ya todo estaba preparado. Lo único que faltaba era escuchar nuestros nombres y terminar de subir las escaleras (nos habían ubicado en la mitad del trayecto).
Lo demás es conocido, jugamos, perdimos y nos fuimos. Una productora nos había dicho que al terminar de jugar, uno queda “en shock” (nunca mejor empleada la palabra) y no sabe ni dónde está parado. Pero que no nos preocupáramos, porque entre “los Susanos” y los productores se encargarían de que llegáramos otra vez al piso de abajo. Dicho y hecho. Una vez en casa me di cuenta que ni siquiera noté el momento en que el sonidista volvió a meter sus manos por debajo de mi blusa para sacarme el micrófono.
No sé qué hubiera pasado si ganábamos algo, pero así como volvimos, con las manos vacías, igualmente teníamos un grado de excitación difícil de comparar. Como muestra, basta un botón: llegamos rendidos y sin fuerzas para preparar la cena. Decidimos cenar un café con leche. Cuando tomé la azucarera, noté que estaba vacía, de manera que agarré el frasco de azúcar y en lugar de volcar el azúcar dentro de la azucarera, lo hice dentro de la taza que esperaba por el café con leche…
No hay dudas de que no estoy preparada para ese mundo tan ajeno a mi rutina. Al menos, por ahora…
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Es cómo estar allí! Sólo sé, que estoy esperando ansiosa la emisión del programa y ver las expresiones de vuestras caras. Me duele la panza a mí de la sensación que transcribiste ut supra. Esperaremos y luego, seguramente vendrá otro comentario.=)
ResponderEliminarbuenisino el comentario, y muy minucioso todo el relato, fue como si hubiese esta ahi
ResponderEliminar♥♥♥
yyy???? PARA CUANDO ROSI???!!! ya me vi 25000 progamas. Igualmente lo voy a seguir viendo hasta q aparezcan así sea en el 2013. Besos
ResponderEliminarNOR