viernes, 28 de mayo de 2010

Impotencia


Hoy bajé en la estación Pueyrredón del subte D, para viajar hasta Tribunales. En el andén, mientras caminaba, me crucé con un chico "de la calle", de no más de 10 o 12 años, Después de pasar al lado mío, sentí como un latigazo en la espalda. Me di vuelta sorprendida y grité un "¡Eh!", mezcla de asombro y sorpresa, y vi que este mismo chico tenía un sweter en su mano, que había usado para agredirme.

Al notar que lo miraba algo enojada, hizo un ademán con el sweter como si quisiera volver a golpearme, mientras me miraba agresivamente. Me di vuelta y seguí caminando, ignorándolo.

Cuando volvía, y bajé en la misma estación, recordé el episodio y subí las escaleras pensando en la impotencia que da ver chicos tan chicos y con tanta violencia a flor de piel. Al salir a la calle, enfrascada en esos pensamientos, lo volví a encontrar, sentado en el umbral de un edificio, acompañado de otro chico de sus misma edad y condición y gritándole a la gente que pasaba.

Seguí caminando, esta vez sin mirarlo para no generarme problemas, y los vi pasar, a los dos, agarrados de la parte de atrás de un colectivo.

Mientras los miraba, me preguntaba -y lo sigo haciendo- qué se puede hacer por estos chicos que ya son grandes para poder ayudar pero todavía son chicos para enfrentar la vida por sus propios medios. Y no encontré respuesta. En definitiva, son los adultos con quienes van a convivir socialmente nuestros hijos y nietos. Y eso estremece. Como así también, pensar que esa violencia contenida, que hoy evidenció "latigándome" injustificadamente con su sweter, en diez años se traduzca en una reacción similar pero cambiando el trapo por un arma, y gatillando ante el primer "¡Eh!" con que se cruce.

martes, 25 de mayo de 2010

¿Quién fue el *#$%&*?


Nos subimos ayer con mi marido a un coche del subte D, en su trayecto Pueyrredón/José Hernández.

Al tomarse él de la barra para agrarrase, pudo notar con gran desagrado que una parte de la misma estaba envuelta en un asqueroso y pegajoso chicle blanco.

¿A quién puede ocurrírsele la *#$%&* idea de pegar un chicle ahí?

Quien esté libre de pecados, que tire la primera piedra. Muchos de nosotros tenemos en nuestro historial el haber dejado un recuerdo similar debajo de un banco de escuela, debajo de una mesa, de una silla. ¡Pero en una agarramanos de subte!

Hay que ser tarado...

Después critican a los chicos...


... pero si los grandes no lo tienen claro!

No cualquier país del mundo tiene dos fechas así de importantes para festejar. Nosotros sí; la de la Revolución de Mayo (de la que hoy se cumplen 200 años) y la de la Independencia (el 9 de julio de 1816).

En el día de hoy, Google quiso hacer un reconocimiento a la fecha patria... pero equivocó la fecha.

No, Mr. Google, no es el aniversario de la Independencia, es el aniversario de la Revolución...

Ahora me voy, porque se me enfría el locro.

¡Felices pastelitos para todos!

sábado, 22 de mayo de 2010

Cómo tener una hija adolescente y no morir en el intento


No somos todos iguales. ¡Pero taaaan diferente tenía que salirme!

De chica, yo guardaba cada uno de mis sweters en la misma bolsita en la que me lo habían vendido, con el logo correspondiente. Los estantes de mi placard parecían los de un negocio de ropa, con todos los colores a la vista. Cada cosa en mi cuarto tenía su lugar correspondiente y a tientas podía encontrar lo que quisiera.

Mi hija es todo lo contrario. Entrar a su cuarto es como vivir una excursión a lo inesperado. Hasta resulta difícil avanzar, porque en el piso siempre hay montañas de apuntes, zapatos, zapatillas, libros, paquetes de zapatillas, ropa sucia mezclada con ropa limpia, botellitas de gaseosas y otras cosas que no dejan de sorprenderme al encontrarlas.

Lo peor de todo es cuando toma cosas que no son de su uso exclusivo sino que compartimos entre todos, como el secador de pelo, la cartuchera de manicuría, el quitaesmalte, las bandejas y, obviamente, la vajilla. Cuando algo no aparece (o faltan vasos, platos o cubiertos) no quedan dudas: están ahí. Y enconces sí, uno se ve obligado a hacerse camino -machete en mano- como si avanzara a través de una tupida selva amazónica.

Y si esto es lo peor de todo, lo más gracioso es escuchar sus gritos cuando no encuentra algo y supone que otro lo tomó: "¡MÁÁÁÁ! ¿QUIÉN AGARRÓ MIS LLAVES?", "¡MÁÁÁÁ, ALGUIEN ME ESCONDIÓ EL CARNET DE OSDE!", "¡MÁÁÁÁ! ¿DÓNDE ME ESCONDIERON EL DNI?", etc., etc., etc.

Hace algunos años tomaba coraje, entraba, me arremangaba y empezaba la ardua tarea de poner orden a todo. Ahora me cansé, y decidí optar por una solución más simple. Cierro la puerta y no me entero de lo que pasa "ahí adentro".

miércoles, 19 de mayo de 2010

No soy yo, son ellas


Mi tío Beto me decía "la torpe". Pero tenía su explicación: compartimos juntos muchos veraneos e indefectiblemente, cada año llegaba yo a la playa con mis rodillas amorotonadas, a causa de mis habituales caídas.

Pero otra es la historia con mis manos. Soy muy habilidosa y siempre me gustaron las manualidades.

Ahora pregunto, ¿cómo puede ser que siendo tan habilidosa, tenga que terminar recurriendo a un cuchillo para abrir mis paquetes de galletitas Express? Y otra duda cruel que me atormenta: ¿para qué #$%&* sirve esa cintita roja pegajosa que ponen en uno de los extremos del paquete, si por lo general queda del lado de adentro y no se puede acceder a ella sino rompiendo el papel?

jueves, 13 de mayo de 2010

A ver si nos entendemos


En los días lluviosos, la idea de usar paraguas es para no mojarse. Entonces, ¿con qué necesidad andar con paraguas debajo de los techitos de los edificios y los negocios? ¿Por qué no practicar la solidaridad y dejar esos lugares para quienes no salimos con paraguas ese día?

He dicho.

lunes, 10 de mayo de 2010

Yo, la atleta


No me da vergüenza admitirlo: odio hacer gimnasia y deportes desde mi más temprana infancia. De chica, trataba de conseguir algún certificado médico para eximirme de tan tediosa actividad.

Ahora, de grande, lo hago por obligación: una vez por semana pilates y tres veces por semana, caminata aeróbica con dos amigas. Bueno, esto último, siempre y cuando no llueva...

¿Habrá sido por eso que mi marido, mientras hacíamos la cola para entrar a un teatro, leyó el título de esta obra que están dando en el teatro San Martín y me dijo que le hacía acordar a mí?

domingo, 9 de mayo de 2010

Para abrazarte mejor


Es una característica de mi cuerpo. Siempre lo fue, desde chica. Y lo heredó mi hijo menor. Tenemos los brazos muuuuy largos.
Son cómodos. A la hora de buscar algo en las alacenas, de agarrar algo alto de los supermercados, para cambiar lamparitas, agarrarse del palo más alto de los colectivos, alcanzar a cualquier libro de una biblioteca... y para abrazar mejor.

Pero una de cal y una de arena: a la hora de comprar sweters, tener brazos tan largos es un problema. Hoy me compré un saco (verde, precioso) y me sorprendieron sus largas mangas. Se lo comenté a la dueña del local y me dijo que sí, que ese modelo se ideó... ¡para usar con las mangas arremangadas!

No era mi caso, obvio. Eso me hizo acordar de cierta ocasión, en que me quise comprar un conjunto de saco y pantalón y al probarme el saco y notar que las mangas me quedaban cortas, se lo comenté a la vendedora, a lo que ella me respondió "Es que acá vendemos talles normales".

¿Y dónde está el manual sobre la normalidad, digo yo?

jueves, 6 de mayo de 2010

Me vio la cara


Estaba hoy haciendo la cola en la caja rápida del supermercado. Adelante mío había una señora a la que le estaban pasando los productos por el visor. En ese momento, llegó un señor con algunos productos en sus manos, me miró simpáticamente y me dijo "permiso por favor", permiso al que accedí pensando que era el esposo de la señora que me antecedía.

Pero no. Grande fue mi sorpresa cuando dicha señora pagó y se fue. La cajera entonces empezó a pasar los productos de este ¿buen? hombre por el visor mientras yo observaba la escena con mi peor cara de perplejidad.

No dije nada. Pero todo me quedó adentro. Así que hoy... ¡ojo conmigo!

domingo, 2 de mayo de 2010

Todos los días se aprende algo nuevo


Ayer, mientras desayunábamos, mi media naranja exclamó, como quien dice "hoy va a llover":

-¡Oia! Tenés una cana, ahí al costado...

La sencilla exclamación sirvió para que estuviese todo el día pensando "¿me tiño?", "¿me hago reflejos?", "¿me la corto?" (¡arrancarla nunca, porque crecerían siete en su lugar!) y lo que es peor, "¡me estoy poniendo viejaaaaaaa!!!!!"

Como preparado de antemano, a la noche, durante la cena, mi primogénita Flor me contó que aprendió en la facultad que el hueso de la sien se llama "temporal" porque es el lugar donde empiezan a crecer las primeras canas, y "temporal" viene de "tiempo" y hace referencia al paso del mismo.

Glup...