martes, 30 de marzo de 2010

Igualdad, en las buenas y en las malas


Es un tema que siempre me ha preocupado. ¿Es correcto, laboralmente hablando, que la licencia por maternidad para una madre sea de 3 meses y para un padre, de 2 días? (Argentina es uno de los países que menos días de licencia por paternidad tiene)

Es cierto que una mujer, después de parir, necesita más de una semana para reponerse. Máxime si se trató de una cesárea. Y después de ello, es cierto que esos primeros meses son más que importantes para la relación madre-hijo y el amamantamiento.
Pero pensémoslo laboralmente hablando. Como empleador y frente a dos posibles nuevos empleados -de sexos opuestos- ¿no es lógico que, de tener ambos las mismas capacidades, termine eligiendo al hombre, dado que -de ser padre- se ausentará del trabajo durante mucho menos tiempo que una mujer?

La tendencia mas fuerte es ahora brindar la posibilidad de compartir las licencias entre madre y padre. En Suecia, por ejemplo, son 480 dias (16 meses) pagos, divididos entre ambos padres. Lo sigue Alemania con 14 meses. En Noruega ambos padres pueden elegir cómo dividirse la licencia, que es de 44 semanas con el total del sueldo o de 54 semanas con el 80% del salario. En EE.UU. el tiempo de licencia por maternidad también es parejo, tanto a padres como a madres. Poco pero parejo: 2 semanas.

Creo que lo importante es este momento no es tanto considerar cuánto tiempo de licencia es lo correcto sino darse cuenta de que la licencia debe ser dividida entre ambos padres. Para terminar con la discriminación a la hora de buscar empleo.

domingo, 14 de marzo de 2010

Madrugada de terror


Esta madrugada, mientras nosotros dormíamos, Matías llegó y al pasar por la cocina pegó un grito: una rata había entrado por la ventana del lavadero. Según parece, el susto fue mutuo y ella terminó escondiéndose dentro de la oficina. En ese mismo momento, los dos hombres de la casa entraron a la oficina para buscarla, pero la búsqueda fue infructuosa. Se decidió, entonces, dejar la oficina cerrada y a la mañana comprar veneno o algo así.

Al despertarnos y entornar la puerta de la oficina, el aserrín que había junto a la entrada nos confirmó que esta inmundicia había pasado la noche en nuestra casa. Volvieron a entrar para buscarla, y nada. Compré veneno, y nada. Matías entonó bellos temas en su pequeña flauta, intentando emular al flautista de Hammelin (ver foto). Y nada. Finalmente compré una trampa y un pedacito de queso para rallar. Algunas horas después, allí estaba, la inmundicia decapitada.

Final feliz para la madrugada de terror. Según nos cuentan vecinos y conocidos, este tema es algo que se repite, porque las tipas estas suben a los balcones y ventanas agarrándose de los cables. Y he aquí mi inquietud: ¿sobreviviremos así, con TODAS las ventanas de la casa cerradas, para que esto no vuelva a suceder?

jueves, 11 de marzo de 2010

Diccionario se busca


He aquí un cartel que pusieron, hace poco, en la entrada del edificio de mi mamá.

No permiten "sentarce". Sobre "pararce" no dicen nada.

Hubiese estado más simpático un "Proivido sentarce". ¿No?

lunes, 1 de marzo de 2010

Popi. La despedida


Desde hace unos seis años, Popi -un hermoso conejito enano- formaba parte de nuestra familia. Pero claro, el tiempo pasó, los chicos empezaron a tener otros intereses y Popi fue creciendo, lo que hizo que la conejera le quedara chica.

Hace unos meses, nos abocamos a la tarea de encontrarle un hogar más amplio, donde pueda vivir feliz los últimos años de su vida. No fue fácil. Encontramos granjas y zoológicos donde nos decían que de todas formas lo pondrían en una conejera para protegerlo de los perros y otras donde lo aceptaban... ¡como alimento para las fieras!

Finalmente dimos con una pequeña granja, "El arca de Noé", en Ezeiza, donde no sólo lo aceptaron gustosos sino también respondieron a nuestro mail diciendo que "aquí hay muchas conejitas que lo esperan ansiosas".

Y allí fuimos. Al principio estaba un poco tímido y temeroso. Pero con el correr del tiempo (y de las conejitas) fue entrando en confianza. Ahí quedó (en la foto, es el que está de espalda), con nuestra promesa de volver a visitarlo (y quizás, conocer a su descendencia...).

Bye, bye, Popi.