miércoles, 3 de junio de 2009
Avisados estáis
O "Cómo decir que NO en el momento adecuado".
Hace un par de días, Flor llegó de la facultad con fuertes retorcijones en el estómago. A eso de las ocho de la noche, nos fuimos a la Clínica que en nuestro barrio atiende las urgencias de nuestra prepaga (Clínica Bazterrica). Ahí le hicieron todos los estudios necesarios y como sus glóbulos blancos estaban altos, sugirieron que quedara internada para observación. El problema nació cuando descubrieron que no tenían cama disponible y la derivaron... al Sanatorio Güemes. Entre idas y vueltas, a la una de la mañana llegó una ambulancia para trasladarla (le habían puesto suero y no nos permitían ir por nuestros propios medios). Al llegar al Güemes, la ambulancia estacionó en la calle (sin entrar al sanatorio) porque había otra ambulancia estacionada, tapando la entrada de vehículos. No sé qué temperatura había en ese momento, pero no creo que llegara a los 2 grados. Le pregunté a los camilleros qué hacían con el enfermo si llovía. "Se moja", respondieron. ¿Y si tenía neumonía o algo parecido? Sólo lo pensé, pero preferí no seguir preguntando...
Una vez adentro, la doctora de guardia volvió a hacerle tooooda la sarta de estudios que ya le habían hecho en el Bazterrica (y para lo cual nos habían dado una historia clínica para acelerar los trámites) más una radiografía... ¡de tórax! totalmente innecesaria para un cuadro de dolores abdominales. Cuando pregunté el sentido de tal estudio me explicaron que se trataba de un procedimiento de rutina. Todo para demorar aún más la internación. A las tres de la mañana, la doctora, frente a los estudios, dijo "hay que sacar el apéndice". Lo primero que dije, obviamente, fue "NO". Flor no tenía ningún síntoma, ya se le estaba pasando el dolor, y en el sanatorio no había personal, sólo obreros trabajando para mejorar el aspecto lujoso que ya tiene, con carretillas con material de construcción, que llevaban y traían abriendo y dejando puertas abiertas a la calle, generando un ambiente más parecido a Alaska que a una clínica en funcionamiento. Al rato, llegó una cirujana que le preguntó a Flor qué sentía. "Hambre", respondió ella. La cirujana, entonces, decidió darle el alta, previa promesa de volver al día siguiente para realizar otro análisis de sangre y ver en qué andan los glóbulos blancos. A las cinco de la mañana llegamos a casa. El día siguiente ya pasó. Obviamente los nuevos estudios no los hicimos en el Güemes sino que volvimos al Bazterrica. Y lo que Flor había tenido fue una infección intestinal.
En síntesis, nos pasamos la noche y la madrugada esperando la ambulancia que nos llevara a una cama disponible para quedarse en observación y repitiendo los análisis para que finalmente nos dieran el alta. ¿La espera para encontrar una cama disponible? Innecesaria. ¿El viaje en ambulancia? Innecesario. ¿Tomar frío a la madrugada, en camilla y por la calle? Innecesario. ¿La radiografía de tórax? Innecesaria...
No sé cómo funcionará el Güemes durante el día. Pero a la madrugada... mejor pasar por la vereda de enfrente.
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La suerte de Flor es tener la madre que tiene.Bien parada donde está y firme en sus decisiones,porque sino a estas horas Flor ya no tendría su sana apéndice.Besos.Ma
ResponderEliminarIncreible Rosi, nunca tuve buenos comentarios del guemes.
ResponderEliminarsandra