jueves, 3 de febrero de 2011
El mundo es un pañuelo
Y a medida que van pasando los años, esta situación se me va confirmando cada vez más.
Cuando era chica, mi mamá me “obligó” a tomar clases de gimnasia con un profesor que trabajaba en la escuela de mi hermano y de quien mi papá se había hecho amigo. Pasaron los años, conocí a quien hoy es mi marido y en una de las primeras visitas a su casa, mirando álbumes de fotos, lo encontré, a ese mismo profesor, con unos cuantos años más pero manteniendo sus mismos músculos. Resultó ser el hermano de su mamá.
Hace un par de años, veraneamos en Mar de Ajó. Una noche fuimos a una fábrica de pastas a comprar la cena y la cara del señor que nos atendió me resultó extremadamente familiar. Movida por la intriga, le pregunté si tenían una sucursal en Capital. Me respondió que no, que hacía mucho que estaban allí y que muuuchos años antes habían tenido ese mismo negocio en Cangallo y Talcahuano. “Ah”, respondí, “al lado de la platería de papá”. La charla siguió con el dueño del negocio recordando los tiempos en que era vecino del negocio de mi papá. Dato no menor: el día del encuentro era, justamente, el día en que papá hubiese cumplido años.
Mi hijo menor se puso de novio hace ya bastante. Con el tiempo, fue conociendo a los familiares de su novia y así fue que descubrimos que la vecina de su abuela es nada más ni nada menos que una ex compañera mía del secundario, que conoce a la familia de la niña en cuestión desde que tanto ella como la mamá de la novia, eran adolescentes.
Años atrás, una de mis mejores amigas, Bea, partía para radicarse en Canadá. Para esa época, conocí a una prima de quien después sería mi marido, Lita, y nos hicimos amigas. Con mi amiga Bea la amistad siguió gracias a los mails y a las llamadas telefónicas. En una de ellas, me contó que allá en Canadá había conocido a una persona muy agradable con la que empezaba a trabajar. Resultó ser la hermana de Lita (Dato no menor, ambas hermanas son hijas de aquel profesor de gimnasia del primer párrafo).
Este año volvimos a veranear en Mar de Ajó. Durante una semana, tuvimos la visita de mi hijo y su novia. En una ocasión en que fueron al mar, dejaron a mi cuidado sus alianzas de plata. Cuando regresaron, noté que sobre la mesa había sólo una. Rastrillamos la arena pero la otra no apareció. Finalmente, con todo el sentimiento de culpa sobre mis hombros, averigüé la dirección de un joyero de la zona y hacia allá fuimos, para enmendar mi descuido. Mientras el buen hombre les medía los dedos a los chicos, charlábamos sobre la plata (el material, no el dinero) y charla va, charla viene, salió el tema de la platería de mi papá. Cuando le comenté cómo se llamaba, el hombre me miró y dijo “¡Alfonsín!” (así lo llamaban a mí papá por su parecido con el ex presidente). “¡Pero si yo le compré mercadería a tu papá desde nuestros inicios!”.
Supongo que la vida me seguirá demostrando, con cosas como estas, que el mundo es un pañuelo. Por eso me viene a la cabeza una frase que leí hace tiempo y de la cual ya no recuerdo su autor: “Mi amigo tiene un amigo, y el amigo de mi amigo tiene otro amigo. Por lo tanto, sé discreto.”
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Ay Andrea, yo también lo creo y como me dijo el doc. cirujano de tu hijo estamos como en una telaraña donde todos en un punto nos vamos a conocer... por eso como me decía mi mamá cuando era yo muy niña: SIEMPRE HAY QUE PORTARSE BIEN!! o como comienza: EL MUNDO ES UN PAÑUELO.
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