
Hace algunos fines de semana, con mi media naranja nos dimos el gusto de irnos a Mar del Plata (ayudados con los puntos que sumé en el supermercado Disco, que nos obsequió con la estadía en el Sheraton).
En el viaje de ida, cual acto religioso, nos detuvimos a desayunar en Atalaya. Pedimos un desayuno completo para cada uno (que comprende un café con leche, tres medialunas, manteca y dulce de leche). Grande fue nuestra sorpresa cuando nos encontramos con que para los dos, el desayuno constaba de un solo dulce de leche (en el envase de plastiquito rectangular cubierto con una tapita metálica, como los que usan para las mermeladas). Obviamente pedimos otro más. Cuando llegó la cuenta, al precio de los dos desayunos habían agregado "porción de dulce de leche, $6".
¡Seis pesos por una mini porción de dulce de leche que sólo alcanza a cubrir una o dos medialunas!
Nos fuimos con la idea de que el mozo que nos atendió nos había... tomado el pelo (por ser fina). Al regresar, el acto religioso fue la merienda. Y nos volvió a pasar lo mismo.
No es que yo sea una tipa que vive quejándose por todo -aunque eso parezca leyendo mi blog- pero... ¿no es una tomada de pelo servir un mini recipiente para dos personas, de manera que se vean obligadas a pedir uno más y cobrar semejante locura por otro mini recipiente?
Y otra duda, ¿qué le sirven a una persona que va sola? ¿Una cucharadita para que la chupe?