viernes, 27 de agosto de 2010
Llegando a la cima
Cuando era chica tenía un cuaderno donde pegaba las tiras de chistes de los diarios y revistas que más me gustaban. Ya no tengo ese cuaderno, pero lo sigo haciendo en otro.
Recuerdo uno de aquellos tiempo. Era un personaje que me parece que salía en el diario La Razón. Se llamaba “Adán hora cero” y trataba, precisamente, de las peripecias del primer hombre en su nuevo habitat. En esta tira que hoy vino a mi mente, estaba Adán parado al pie de una alta montaña, empezando a subirla y el texto decía “Con los ojos cerrados, podría adivinar que hoy es lunes”.
Y bueno, yo con los ojos cerrados, podría adivinar que ya llega septiembre. El cuerpo me lo dice. También el sueño. Lo que me cuesta levantarme y empezar los días y también la forma en que llego a la noche (calamitosa…).
Encontré esta pintura y me sentí reflejada. No debo ser la única, ¿no?
domingo, 15 de agosto de 2010
Era mentira
Dentro de todos los consejos, advertencias y recomendaciones que suelo recibir por mail, hay una que me venía picando desde hace tiempo. Se trata de aquel mail donde cuentan que si somos víctimas de un robo en un cajero Banelco, tenemos la posibilidad de escribir la clave al revés y, de esa manera, en pocos minutos llegaría la policía para evitar el robo.
Lo primero que se me ocurrió pensar fue "¿Y qué pasaría si mi clave fuese capicúa? ¿Y si los cuatro números fuesen iguales?"
Hoy, charlando con un cajero del banco, se lo pregunté. Me explicó que lo único que lograría al escribir la clave al revés, sería que el cajero automático me retendría la tarjeta después de algunos intentos.
Ufff... no me gusta que me mientan...
jueves, 12 de agosto de 2010
La salud de nuestro planeta
El viernes pasado, mientras hacíamos nuestra caminata aeróbica semanal con mis amigas Vivi y Norma, pudimos participar de un momento que nos llenó de asombro.
En la plaza que viernes tras viernes nos permite mantenernos en forma, hay tres enormes tachos de basura, de distintos colores, con las leyendas que indican la división de residuos (aquí, plásticos, allá comestibles, y en el otro, vidrios).
Grande fue nuestro asombro cuando llegó un enorme camión para recolectar los contenidos de estos tachos, los levantó uno por uno y abriéndoles la base, volcó los contenidos en su parte trasera... ¡mezclándolos!
No hay dudas de que hay gente que se preocupa por el planeta y otra a la que le da lo mismo.
Esto me recuerda un acontecimiento que vivimos acá cerca, en nuestro propio edificio. Mi hijo menor, movido por el entusiasmo de haber leído que hay una posibilidad de evitar la contaminación que provocan las pilas en el planeta, se abocó a la tarea de participar en el proyecto: se trata de juntar pilas (en el barrio, la escuela, el edificio, etc.) dentro de botellas plásticas y, al llenarlas, llevarlas a un lugar donde se encargan de ellas sin perjudicar al planeta. Le avisó a sus conocidos que en casa habría una botella a tales efectos y colocó otra en la mesita del hall de entrada del edificio para que los vecinos aprovecharan la oportunidad.
Durante el tiempo que estuvo, muchos lo hicieron. Lástima que la vecina que vive justo debajo nuestro (que en alguna oportunidad me llamó para quejarse del ruido que hacían mis cucharitas durante el desayuno) consideró que "quedaba feo" y la tuvimos que sacar... Lo lastimoso es que hasta hace poco tiempo, esta buena (?¿) señora fue vicedirectora de una importante escuela de la ciudad. ¿Habrá sido esto lo que les inculcó a sus alumnos?
Dicho sea de paso, ahora las dos botellas están en casa. Se aceptan donaciones.
miércoles, 4 de agosto de 2010
Puré de teta
Pocas cosas tan incómodas como hacerse una mamografía. Y digo "pocas" porque hoy encontré una: que la técnica, doctora o como se llame la persona que te va indicando en qué posiciones ubicarte, lo haga con las manos frías.
¿Qué tal estipular, en esos lugares donde te reciben con bomboncitos y mitigan la espera con café y amaretis (¡odio los amaretis!), que toda persona que por su profesión se vea obligada a posar sus manos sobre nuestros cuerpos desnudos, lo haga con afelpados guantecitos descartables?
Y sí, hoy me tocó...
domingo, 1 de agosto de 2010
Sala de guardia
Ayer a la madrugada tuvimos que ir con mi primogénita Flor a la clínica que atiende las urgencias de nuestra prepaga. Una amigdalitis la tenía a maltraer, no podía tragar ni agua y eso le imposibilitaba tomar cualquier antitérmico para bajar sus 39º.
A esa hora, y ya después de unos días de recriminaciones, del estilo "te dije que no salieras en bolas que hacía frío", "te dije que en estos tiempos no se puede salir con el pelo húmedo", etc., ya no me quedaban más cosas para decirle.
Como no podía ser de otra manera, cuando llegamos nos encontramos con cuatro personas antes y nos avisaron que los dos médicos que hacen guardias nocturnas estaban atendiendo a los heridos que habían llegado minutos antes en sendas ambulancias. Eran las dos de la mañana.
Pero la espera no fue lo que uno podría imaginar. La sala de espera se convirtió en una reunión donde abundó la buena onda y la camaradería. Una de las personas era una chica que se había desmayado a causa del stress provocado por una mudanza. Estaba acompañada por quien supongo sería su pareja, también su mamá, su papá, su hermano y otra mujer. La pobre estaba ojerosa y demacrada. Pero aún así sonreía ante las disparatadas ideas de tres muchachos de unos 25 años que estaban ahí porque jugando al cuarto oscuro uno de ellos tropezó y se abrió la frente. Su pantalón estaba todo manchado de sangre. "Yo propuse mirar películas" comentó uno de ellos "pero todos empezaron a gritar «¡cuar-tos-curo! ¡cuar-tos-curo!»”
Dos de ellos, según nos contaron, pertenecen a una especie de agrupación llamada "Aprender a vivir" o algo así (sabrán disculpar la inexactitud de la información, pero a esa hora y ante las circunstancias descriptas, mi mente no estaba demasiado lúcida). En un momento, uno de ellos nos hizo -uno por uno- una especie de descarga, colocando sus manos sobre nuestras cabezas, con los ojos cerrados. El otro, mientras, filmaba la situación.
La camaradería fue tal que cerca de las 4 de la mañana, cuando nos tuvimos que ir, no los pudimos encontrar (supongo que ya estarían cosiendo al herido) y lamentamos el no saber cómo había resultado todo.
Lo que sí recuerdo eran dos de sus nombres: uno se llamaba Matías y el otro Facundo (le decían "fack you").
A todos ellos (también a la familia de la pobre chica demacrada, que convidó con golosinas para amenizar la espera) gracias por demostrarnos que aún en los malos momentos se puede esbozar una sonrisa. Y dicho sea de paso, si algún seguidor de este humilde blog los conoce, nos ponen en contacto, ¿sí? Después de todo, uno nunca sabe, y bien dicen que "el mundo es un pañuelo". Pero esto es para desarrollar en un post aparte. ¡Hasta entonces!
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