Soy de las primeras en criticar las groserías, los gritos y los gestos obscenos. Y justamente hoy, viendo un desagradable fuck you cerca de casa, recordé aquella ocasión en que, años atrás, me vi obligada a hacer justamente lo que tanto critico.
Un mediodía, mientras alistaba a los chicos para bajarlos al micro que los llevaría a la colonia, escuchamos el portero eléctrico. Era el ayudante del micro que nos pedía que bajáramos; se habían anticipado al horario habitual.
Claro, cuando llegamos abajo había una fila de autos tocando bocina detrás del micro. Los chicos subieron y una maleducada que manejaba el auto de atrás bajó la ventanilla para gritarme unas cuantas groserías por haberla hecho esperar.
¿Qué podía yo responderle, si ya estaban los autos en marcha? ¿Cómo podía explicarle -a ella y al resto- que la culpa no había sido mía sino que el micro se había anticipado a su horario?
Y sí, fue inevitable... mi única respuesta fue un fuck you. Creo que el único de mi vida. Pero si por una de esas casualidades usted, Señora Grosera, está leyendo este post, tenga a bien avisarme. Hubiese preferido explicárselo con palabras pero no me dio la oportunidad.
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