lunes, 21 de noviembre de 2011

Meada por los perros


Una mañana de hace casi un mes, cuando me disponía a cargar el lavarropas, me desayuné con la triste noticia de que mi viejo amigo tenía un desperfecto: se habían desencajado las bisagras y la puerta del tambor no cerraba.

Llamé al técnico oficial al que llamaba siempre, me explicó que se lo tenían que llevar para cambiar la puerta, que salía... bastante, pero que lo podía pagar con tarjeta en dos cuotas y que en 5 días, como máximo, estaría de vuelta.

Obviamente, los días pasaron y nada. Ni me llamaban ni aparecían. Llamé infinidad de veces, pero si el técnico no había bajado por una diligencia, estaba almorzando o tenía el interno ocupado. Finalmente le gané por cansancio. Y me explicó que por problemas de importación, los repuestos no entran al país, de manera que me ofrecían un repuesto usado en buen estado y con garantía. Ok, dije. Nuevamente pasaron los días y ni llamaban ni aparecían. Al técnico otra vez fue imposible encontrarlo por bastante tiempo. Hasta que apareció. Y me explicó que no tenían tampoco el repuesto usado. Me ofreció un plan canje. Mi lavarropas usado más una suma de dinero que simbolizaba el costo de un lavarropas nuevo. Pero sólo en dos cuotas.

Nuestros ingresos no nos permitieron aceptar el plan canje. Terminamos comprándolo hoy, más caro, pero en 24 cuotas mínimas, en una casa de electrodomésticos.

De todas formas, pedí que nos devolvieron a nuestro antiguo lavarropas. Después de todo, sólo tiene arruinada la puerta. Quizás pueda venderlo para desguace. Me dijo que va a tardar, que tienen que buscarlo, que no me lo va a querer comprar nadie... En fin, por el historial de esta gente, dudo que vuelva...

El lavarropas nuevo acaba de llegar. Por una módica suma (no tan módica...) el técnico que vino lo instaló. Pero al hacerlo, rompió el kohinoor... Lo miré con cara de terror. Y él a mí. "Pero ya no va a necesitar esto" me dijo. "Este aparato nuevo, deja la ropa seca". "Pero yo lo uso para la ropa que lavo a mano", me lamenté. "Pero no hace falta, en estos aparatos puedo poner cualquier tipo de ropa, que sale limpísima", me explicó. "Pero los cuellos de las camisas hay que fregarlos", seguí lamentándome... En fin, para ese momento, la cosa no daba para más. Me dijo que iba a ver si conseguía una tapa y me la traía. También dudo que vuelva...

¿Algo más?

domingo, 6 de noviembre de 2011

Discriminemos, que es gratis


El otro día fui a un negocio, en una galería cerca de casa, a comprar un saco para regalarle a mi mamá. Los colores que tenía la señora a la que le compro habitualmente, no me gustaban. Me sugirió que preguntara en el comercio de la entrada, que tenía sacos del mismo modelo. Y hacia allá fui.

Efectivamente, la señora (mayor) que me atendió tenía el color que buscaba. Le pagué y en el momento en que me daba la bolsa, se me ocurrió comentarle sobre la amabilidad de la otra señora, al recomendarme su negocio.

Grande fue mi impacto cuando escuché su respuesta: "Sí, es una señora muy amable, muy buena gente. Y eso que es judía, eh..."

Cri - Cri - Cri