domingo, 12 de diciembre de 2010
Otra vez sopa
El viernes a la mañana estaba yendo para el banco y me caí en la calle. Otra vez. La última caída así de grave fue hace unos cinco años, más o menos. Y las dos terminaron igual: sala de emergencias, costura, mentón hinchado, puntos, dientes flojos...
Preferí no ilustrar este post con una foto mía porque hasta a mí me asusta verme en el espejo. Pero me dicen que tengo que buscarle el lado bueno: no me rompí la clavícula ni ningún otro hueso o diente. Sólo un "cortecito". Pero claro, mis "cortecitos" son siempre tan profundos que no alcanza con una cintita o con la "gotita". ¡No! Siempre terminan con hilos. Los de la vez anterior eran verdes fosforescentes. Estos son negros.
Ahora, a fuerza de hielo, la hinchazón bajó. Pero hasta ayer, además de los hilos y el color morado, tenía un parecido sorprendente al perfil de Ricky Fort. Por el mentón, se entiende.
¿Explicaciones? Muchas: que ando distraída cual Marley, que uso ojotas, que voy apurada, que no miro por donde camino, que soy muuuy alta y longilínea, por lo cual mi centro de gravedad está muy alto. Yo agrego otra: que soy una boluda. ¿Cómo puede ser que el común de los mortales tropiecen y sigan caminando y yo, para ir contra la corriente, cada vez que tropiezo termino acostada boca abajo en un charco de sangre? Ah, y ya que hablo de sangre, viene a mi mente una observación curiosa: en las dos ocasiones que detallo llevaba una remera blanca. Puaj...
Pero bueno, si de buscarle ventajas a la situación se trata, digamos que gracias al dientito que quedó flojo, por ahora como poco y nada. Y venía un poco excedida con los chocolates del invierno, así que esto me va a ayudar a preparar mi cuerpo para la playa.
Eso sí, en estos días ni me busquen: estoy escondida debajo de la cama.
viernes, 3 de diciembre de 2010
Lo que vale es la intención
En la madrugada del sábado pasado, mi hijo menor volvió a casa con unos amigos y un diminuto invitado: un pichoncito de torcaza que había caído del nido antes de tiempo y no sabía volar.
Lo llevaron a un veterinario y compraron todo lo que necesitaba: talquito antiparasitario, alimento desmenuzado y una jeringuita para alimentarlo. Mucho más indefenso que un bebé humano, un bebé torcaza ni siquiera abre el pico para alimentarse. Hay que abrírselo a la fuerza y meterle la jeringa con el alimento bien profundo, cada cuatro horas, como haría su mamá con la comida en su pico. En quince días, probablemente estaría preparado para volar por sí solo.
Ayer andaba muy tirado. Volvieron al veterinario y le recetó Nestum 5 cereales, porque quizás estaba débil. Les explicó que siendo tan chiquito, no se podía saber si tenía alguna enfermedad.
Hoy a la mañana no quiso comer. Y al ratito, murió. No llegó a estar una semana con nosotros, pero nos dio tristeza.
Nos quedan las fotos y dos certezas: el haber hecho lo posible para ayudarlo y la confirmación de que nada reemplaza a una mamá.
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