sábado, 23 de abril de 2022

La soberbia y el narcisismo


Él no era mala gente. Pero los años, el éxito profesional y la dependencia de su psiquiatra lo transformaron. No tengo tantos años de análisis encima, pero ya me resulta perimido eso de echarle la culpa a los padres por los problemas que uno conlleva en la adultez (más que nada a la madre, porque esos analistas suelen cargar muchos años sobre sus espaldas y en sus tiempos mozos, la mujer era la que llevaba las decisiones en el hogar en lo que respectaba a los hijos). 

Lo he escuchado varias veces decir “A mí me crió mi abuela”, algo que para quien no conoce sus orígenes podría resultar totalmente plausible. Pero yo sí conozco sus orígenes. Y sé que durante sus primeros cuatro años, su mamá trabajaba de maestra y él quedaba al cuidado de su abuela, hecho totalmente común entonces y ahora, y muy alejado de la palabra abandono. Pero después, con la llegada de su hermana, su mamá dejó la escuela y se dedicó exclusivamente a cuidarlos y criarlos.

No fue su abuela, ni su padre, ni mucho menos él mismo quien decidió inscribirse en una de los mejores escuelas secundarias, para que tuviera un buen porvenir. Fue su mamá, quien luego lo apuntaló en la universidad, quien lo esperaba con la ropa limpia y planchada y su comida preferida e instó a su papá a apoyarlo económicamente para que obtuviera una beca y se fuera a estudiar afuera. Volvió con un doctorado bajo el brazo y un pequeño departamento alquilado donde vivir, obviamente preparado por ella.

Pasaron muchos años entre ese esbozo de hombre y el actual. Y en esos años fue ascendiendo en su carrera hasta llegar a los puestos importantes que hoy tiene, hasta codearse con la gente importante con la que se codea y hasta ascender hasta el alto pedestal donde hoy se irgue.

Quizás no se esté dando cuenta de que allá abajo, en el llano, está la gente que importa, los verdaderos afectos, esos que lo querían y seguirían queriendo por lo que era y no por lo que tiene o por el lugar que ocupa en la sociedad.

Cuando falleció su papá, le aconsejé alquilar o vender el negocio que tenía, para mantener con esa entrada a su mamá. Pero no, con sus conocimientos iba a lograr lo que su papá no había podido, sacar al comercio del fracaso y convertirlo en un éxito. ¿Qué importancia podía tener mi propuesta de neófita frente a las ideas de un estudioso en la economía como él? El negocio terminó fundiéndose, él ubicó el fracaso en la gente que lo acompañó en el proyecto y la venta del local sirvió solo para pagar deudas, comiéndose una parte de la herencia.

La siguiente propuesta fue la de vender o alquilar el enorme departamento de su mamá para aminorar los gastos de manutención de ella. Pero no, si él podía mantenerla. Mientras lo hacía, anotaba en una planilla Excel el dinero que iba “invirtiendo” que, a la larga, terminó comiéndose también ese departamento, el resto de la herencia.

Antes de que eso sucediera, le hizo firmar a su hermana ante una escribana, un escrito en el que ella le donaba el departamento. No fuese cosa que le pasara algo a ella y su ex marido después intentara quedarse con algo de ese departamento para mantener a los hijos de esa única hermana, que quizás al separarse había pensando que ante cualquier cosa que le pasara tenía la seguridad de contar con su hermano para que sus hijos, chicos, no quedaran sin apoyo económico.

Volviendo a su idea de que a él lo crió su abuela, quizás sea eso lo que hizo que dejara de visitar a su mamá y que finalmente, a instancias de su hermana, decidiera darle el beneplácito de una visita en forma de cena express cada quince días. Es que sus múltiples ocupaciones no le permiten más, ni siquiera sacarla a pasear un rato de algún fin de semana.

En sus mensajes de audio por whatsapp -las únicas comunicaciones que tiene con su hermana- solo habla de sus viajes, de sus problemas, de sus logros, de sus conferencias… De él. Jamás una pregunta de ¿Y ustedes cómo están? Ni mucho menos ¿Necesitás algo?, considerando que es ella la que se ocupa de esa madre que está a punto de cumplir 90 años.

En sus mails, solo enumera la lista de viajes, lugares y fechas en las que estará ausente para que su hermana esté al tanto y sepa... ¿que en esos días deberá ocuparse de su mamá? Parece no recordar los tiempos en que consensuaban fechas de vacaciones para turnarse en esa tarea.

En solo una ocasión esa hermana probó contarle lo pesado que le estaba resultando llevar adelante su vida y la de su mamá, su departamento y el de su mamá, las necesidades cotidianas de su mamá... Su respuesta fue simple “Llegado el momento, habrá que internarla. Yo más que lo que hago no puedo hacer.” Acá hago un paréntesis porque no estoy en desacuerdo en una internación del adulto mayor cuando no puede valerse por sí mismo. Pero ella sí puede. Solo no sale a la calle sin ayuda, pero dentro de su casa se maneja sola y es totalmente independiente.

Ayer leía una frase de Waldo Emerson: “Saber que por lo menos una vida ha respirado mejor porque tú has vivido. Eso es tener éxito.”

Pero ésta no es precisamente mi idea de una persona de éxito. Definitivamente, no.