Cuántas veces habremos escuchado esa pregunta... ¿Qué otro ser vivo te hubiese gustado ser?
En el complejo de cabañas de Tandil, donde veraneamos el año pasado, había una pileta cubierta y una descubierta. La cubierta, rodeada de ventanales que hacían las veces de paredes. En uno de esos enormes ventanales se podía ver la imagen de una gran ave, tamaño gaviota, con sus alas extendidas. ¡Hasta el pico se adivinaba!
Obviamente, en el ímpetu de su vuelo libre no se percató de que el vidrio se interponía entre ella y el paisaje. La vista la engañó.
No sé que habrá sido de su vida, pobre. Pero en ese momento, y conociendo mi costado torpe y mi visión miope, descubrí que, de haber sido un animal, hubiese sido un ave de esas. A cada vuelo, un golpe.