viernes, 15 de julio de 2016

Número equivocado



El otro día llegó a casa una multa por mal estacionamiento. A decir verdad no era la primera vez que recibíamos algo así. Pero esta vez fue distinta. La patente pertenecía a otro auto, amarillo. Con una patente muy similar a la nuestra, sólo una letra de diferencia.

Muy simple, pensé. Llamamos y resolvemos el problema en el día. Pero no era tan así. Ante un error como éste, se espera que uno se apersone a la oficina correspondiente para realizar el trámite perdiendo una mañana (o más) de trabajo y subsanar así un error producido por ellos mismos. ¿No es indignante?

Carta para Rial...



... y también para cualquier otro famoso que lo desconozca.

Volvía hoy de una larga y tediosa reunión laboral con una bolsita de sushi para desestresarme de ella. Llegué a casa y prendí el televisor para almorzar acompañada y ahí lo escuché. Era Rial, que contaba desde su programa sobre la discriminación que había sufrido su hija por la obesidad y su decisión de operarse. Hasta ahí todo perfecto, admirable, emocionante... Hasta que me encontré diciéndole “nooo, pará, no todo es tan así”.

Resulta que durante los momentos previos a la cirugía y durante la cirugía propiamente dicha, este buen hombre sintió la angustia que todo padre siente cuando ve que su hijo es llevado en camilla al quirófano. Relató su sentir durante la noche posterior, el acompañar a su hija, la lluvia, la soledad de la clínica... Y aprovechó para agradecer a médicos, enfermeras y demás trabajadores del sanatorio, que se acercaban a abrazarlo y consolarlo cuando lo vieron deprimido y preocupado y que hicieron que el proceso fuera más suave y llevadero.

Ahora descubro -cosa que no sabía- que los famosos viven otra realidad. No nos pasa lo mismo a los simples mortales. La mayoría de los médicos con los que tuve el desagrado de toparme a lo largo de mi vida nunca demostraron esa humanidad que se ve que demuestran con la gente de la tele. Ni abrazos ni contención.

Como muestra, varios botones. Algunos de los cuales seguramente comenté en este mismo blog.

Mi papá tenía un tumor. Y lo operaron para biopsear una muestra y descubrir de qué se trataba. El resultado estaría en una semana. A la semana no teníamos noticias, por lo que llamé al gastroenterólogo para consultarlo. ¿Su respuesta? “No, todavía no está el resultado. Lo que sucede es que esta familia es muy ansiosa.” Valga la aclaración, mi papá tenía cáncer, no gripe. Medicina privada. Galeno Oro.

Mi primita tuvo una beba sietemesina que debió quedar en neonatología. No la podía amamantar, así que se sacaba su leche y la dejaba para que la alimentaran por sonda. En cierta ocasión notó que las enfermeras de neonatología le estaban suministrando una leche que no era la de ella. “No, mamita. Estás confundida” fue la respuesta. Obviamente después llegó la madre “propietaria” de esa leche. Sanatorio Otamendi.

Tras una ridícula caída, se me hinchó un tobillo y con dolor también en la espalda fui a una urgencia traumatológica. Radiografía de tobillo para indicarme que estaba bien. Y control “con manos” de las vértebras para decirme que el dolor era “por el cimbronazo del golpe”. Unas semanas después, como el dolor crecía y se hacía insoportable, acudí a otra guardia donde me hicieron una radiografía y descubrieron una vértebra rota. Ya era tarde para usar corsé. Y por esa mala praxis bajé tres centímetros de estatura y me “jorobé” literalmente hablando. Instituto del Diagnóstico.

Ex marido con una especie de quiste al costado de la cara. Sugerencia del médico: extracción y biposia. Así lo hicimos. A los 15 días estaría el resultado. Llamamos y nada. El resultado no aparecía. Después de llamar a razón de dos veces por semana durante un mes, una ¿empleada? de la clínica decidió sincerarse: la muestra se había perdido. Sanatorio Colegiales.

Actual marido con hombro problemático desde hace añares por una mala caída. Sugerencia médica: implante en el hombro. Material importado que la prepaga no cubría. Pensamos en un préstamos bancario hasta que decidimos suspender la cosa y avisarle al médico en cuestión. ¿Resultado? El susodicho cirujano, para no perder la operación, ofreció otras prótesis muchísimo más baratas. ¿latitas de Campagnola, tal vez?

Podria seguir, pero prefiero no recordar más. Sólo decir que no, Sr. Rial. Los simples mortales no tenemos la misma suerte, ni la misma contención ni los mismos abrazos que la gente de la tele.