jueves, 30 de octubre de 2014

Castañas de cajú



En casa somos adictos a las castañas de cajú. Hace algunos días, pasé por casualidad por uno de esos negocios (me reservo el nombre) en donde se venden alimentos naturales y dietéticos y se me ocurrió entrar a comprar. Saqué número y esperé a que me llamaran.

Todo se desarrollaba de manera tranquila y ordenada, hasta que de repente noté que las empleadas empezaban a revolotear cual mariposas y saludar insistentemente a un cliente que recién entraba. Es más, algunas incluso le decían “ya te atendemos”. Me llamó la atención porque conmigo no habían tenido el mismo trato y porque era más que evidente que después de sacar número, uno ya sabe que “ya nos atenderán”.

La sorpresa vino después, cuando la primera de las empleadas que se liberó, en lugar de seguir llamando por número, se dirigió a este muchacho recién entrando al local para atenderlo, dejando de lado a quienes esperábamos desde antes.

Sí, caía de maduro que no se trataba de un cliente común. O al menos eso fue lo que sintieron estas chicas. Era Antonio Birabent, quien en ningún momento esbozó un “no es mi turno”, “hay gente antes” o algo parecido, sino que saludó con voz afectada y amable para después seguir con “dame un cuartito de esto y medio kilo de lo otro”.

En realidad, por mi manera de ser, no me nació demostrar mi enojo verbalmente. Sentí la falta de respeto, el trato “no preferencial” hacia mi persona y sólo atiné a hacer un bollito con el número que había sacado, tirarlo en el piso del comercio y retirarme.

Digo yo... para atender un negocio, ¿no sería bueno dejar el cholulismo de lado?

domingo, 19 de octubre de 2014

Indignante



Hoy iba con el auto por la avenida Córdoba (sí, ni una callecita poco transitada ni la vereda) y pasó esquivándonos a una velocidad considerable, una moto conducida por un inconsciente que llevaba detrás a dos nenas, menores de 10 años.

Lo más indignante del tema es que estuvieron durante algunos minutos detrás de un patrullero, hasta que lo esquivaron y siguieron su ruta como si nada.

¿Para qué miércoles andan los patrulleros dando vuelta por la ciudad si no es para prevenir? ¿Qué tipo de aserrín mental puede tener ese padre para exponer a sus hijas a semejante peligro?

Sin palabras.

sábado, 18 de octubre de 2014

Sobre zancos



¡Cuánto más elegante es una mujer con zapatos de taco, finos y estilizados, que con chatitas, ojotas o sandalias bajas! Y lo digo yo, que desde mi metro setenta y seis de altura, jamás pude aprender a caminar con algo más alto que un dedo de taco. Y aún así, vivo en el piso, no específicamente por mi voluntad.

Pero el otro día salía de la casa de mi mamá, que vive al lado de un espacio de eventos super glamoroso y justo salían los que presumí, eran invitados a una fiesta ídem. Obviamente que los vestidos competían en elegancia y brillo. E indefectiblemente, todas las mujeres caminaban como pisando huevos, con el cuerpo hacia adelante y rezando llegar pronto al auto que las llevaría a sus casas. Claro, los tacos sobre los cuales intentaban caminar iban en contra de toda ley física. Creo que no sólo caminar, sino que yo ni siquiera podría ponerme de pie sobre semejantes alturas.

Y sí, son elegantes... pero sólo para las fotos.